Milton Iván Peralta
“En estos momentos, Zapotlán el Grande carece de visión de liderazgo. Nuestra ciudad está en guerra contra la violencia, la economía del pueblo está muy debilitada y desgastada. La gente ha perdido hogares, empleos, negocios y tiene deudas impagables. Estos son los indicadores de la crisis. Algo menos mediable, pero no menos profundo es la falta de confianza en nuestros gobernantes y políticos. Un temor de mediocridad y corrupción…” este es parte del discurso de la toma de protesta como presidente municipal de Sixto Ocho Gutiérrez. Una visión tangible y realista de nuestros momentos. Una lectura crítica y apocalíptica que nos regala Jorge de Jesús Juárez Parra en su novela política “Aguacatlán El Grande” editado en el 2012, y cruelmente sigue teniendo una vigencia inquietante por las carencias que aún tiene nuestra ciudad, además de la falta de un discurso realista.
La lectura de “Ensayo sobre la lucidez”
del premio nobel José Saramago nos mueve hacía la reflexión política,
dialogando entorno a los problemas fundamentales de la sociedad. Desde las
primeras páginas nos muestra una constante de nuestros tiempos: la perversión
del lenguaje, la manipulación de la palabra de los políticos, la destrucción de
sus implacables conceptos, la falta de ética e ideológica.
En la atmósfera de Saramago, que ocurre en la mayor parte de sus obras, nos recuerda a Kafka: no existe culpa, todos somos culpables, no existe ley, todos estamos acusados, no hay castillo al que se pueda acceder cuando además se sabe que es una aventura imposible, no son inocentes las elecciones políticas, todo es farsa, simulación, y los ciudadanos que con ellas comulgan periódicamente están igualmente mediatizados, su voluntad de poco sirve, nadie ha de cambiar con su voto, con la alternancia del poder: simulación frente a realismo, fatalismo frente a libertad. Y la urna vacía, impoluta y sin electores que se contempla al inicio, como la que después ofrece el desafiante reto de la blancura es precisamente el rechazo a ese fraude, a la pasividad de quienes, como ciegos, se mueven bajo las leyes que organizan y controlan el mercado del mundo. Saramago en su ejercicio novelístico nos conduce a una explosión ideológica en la que el humor corrosivo y subversivo se aúna a un lenguaje descarnadamente clásico para convertir su obra en una sátira picaresca.
En la atmósfera de Saramago, que ocurre en la mayor parte de sus obras, nos recuerda a Kafka: no existe culpa, todos somos culpables, no existe ley, todos estamos acusados, no hay castillo al que se pueda acceder cuando además se sabe que es una aventura imposible, no son inocentes las elecciones políticas, todo es farsa, simulación, y los ciudadanos que con ellas comulgan periódicamente están igualmente mediatizados, su voluntad de poco sirve, nadie ha de cambiar con su voto, con la alternancia del poder: simulación frente a realismo, fatalismo frente a libertad. Y la urna vacía, impoluta y sin electores que se contempla al inicio, como la que después ofrece el desafiante reto de la blancura es precisamente el rechazo a ese fraude, a la pasividad de quienes, como ciegos, se mueven bajo las leyes que organizan y controlan el mercado del mundo. Saramago en su ejercicio novelístico nos conduce a una explosión ideológica en la que el humor corrosivo y subversivo se aúna a un lenguaje descarnadamente clásico para convertir su obra en una sátira picaresca.
Otro libro que bien
vale la pena repasar en estos tiempos electorales, y mostrarnos que nuestros
políticos se ven igual sin importan el siglo en el que se revise, es el clásico
“El príncipe o el gobernante” de Maquiavelo, que a grandes rasgos el libro nos
cuenta la misión del príncipe: felicidad de sus súbditos, y ésta sólo se puede
conseguir con un Estado fuerte. Para lograrlo tendrá que recurrir a la astucia,
al engaño y, si es necesario, a la crueldad. La virtud fundamental es la
prudencia, para la conveniencia del Estado. Si el interés de la patria exige
traición o perjurio, se comete. "La grandeza de los crímenes borrará la
vergüenza de haberlos cometido". Los medios no importan: no es necesaria
la moral, sino un realismo práctico, no lo que debe ser, sino lo que es en
realidad. Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios.
Pareciera que “El Príncipe” estuviera dedicado a cualquier político mexicano o porque no
zapotlense, con la esperanza de recuperar la
confianza perdida, Maquiavelo quiere presentar en su obra el arquetipo de
cualquier político. Su personalidad debe poseer condiciones especiales para
llegar al poder y mantenerse en él.
Desde las páginas de
estos autores –y muchos más- nos hace reflexionar sobre lo bombardeado que
hemos sido con discursos de candidatos que intentan convencernos de que ellos
son los mejores, muchas veces uno como votante no reflexiona lo que hay detrás
de esas lenguas viperinas, como lo dice Saramago: “De esa manera estamos hechos, mitad indiferencia mitad ruindad”.
LA URGENCIA DE LAS ENCUESTAS
Y ya casi al final de la carrera
electorera casi todos andan desesperados por sacar sus encuestas, cayendo en el
absurdo de las estadísticas, porque nos muestran que todos ¡van ganando! menos
el ciudadano que no es más que un observador. Por eso al ver tantas encuestas y
creerles cada vez menos hay algunas que dejan ver algo de realidad, como dicen
los politólogos una “constante”, y les comparto los que dicen ser reales –tal
vez realismo mágico. Y revelan un supuesto futuro para los candidatos para presidente
municipal diputado local y federal son: Esquer, Michell y José Luis. ¿Será? El
tiempo lo dirá.
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