lunes, 11 de mayo de 2015

La Virgen del Rosario de Zapotlán

Jorge Mauricio Barajas Pérez.



Altar muy probablemente del antiguo Sagrario de Zapotlán con Sr. San José y la Virgen del Rosario, Protectores y Patrones de la ciudad. La fotografia es de finales del siglo .
El 23 de Octubre de cada año, Zapotlán el Grande se viste de gala y de fiesta, es el día de la “Fiesta Grande” y como tal, la ciudad entera se engalana para que el Santo Patrono Señor San José, sea sacado de Catedral y en “andas” recorra la ciudad que lo proclamó “Protector contra Sismos y Temblores” desde el lejano año de 1747. La venerada imagen del Santo Patriarca es acompañada en ese día tan especial por una imagen de la Virgen del Rosario, sin embargo, esta Virgen del Rosario que todos los zapotlenses conocemos, no es la misma imagen que originalmente  llegó con San José a Zapotlán. Es una distinta, y por lo tanto, dos son las imágenes que se han venerado en nuestro pueblo.



            La tradición oral de la que todos los pueblos se nutren dicen palabras palabras menos que, las imágenes llegaron junto con un arriero a la Cofradía del Rosario donde fueron descargadas. El arriero murió en el trascurso de la noche y la carga quedó sin dueño, sin nadie que la reclamara. Pasados los días se dio aviso al encargado del Convento Franciscano de la Asunciòn en  Zapotlán y este acompañado de fieles y seguidores destapó las cajas y encontró dos imágenes bellamente trabajadas que representaban a Señor San José y a la Virgen María. Las imágenes fueron llevadas en procesión a la iglesia parroquial y juramentadas como patrones y  protectores contra las adversidades del Volcán de Colima.


            La historia sin embargo es un poco diferente, según el Presbítero Don Luis Enrique Orozco Contreras en su Tomo V de su excelente “Iconografía Mariana de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara”, ratificado por el Maestro y Cronista Emérito de Zapotlán, el recién fallecido Juan S. Vizcaíno en el Boletín de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Capitulo Sur. Año II, Sayula, Jal, Octubre de 1990 Num. V y con folio 0011, nos dice que; “ Según parece también los frailes de San Francisco encargaron en Guatemala una imagen de la Santísima Virgen junto con la de San José y cuando se tuvo noticias de que llegaban, salieron a recibir ambas esculturas, acompañados de indios y vecinos del pueblo, hasta la Hacienda de Cofradía del Rosario, porque en ese tiempo el Camino Real de Guadalajara a Colima pasaba por el lado poniente de la laguna...” con lo que debería quedar establecido que fueron Fray Juan Bautista Solís, guardián del convento de Zapotlán, y Fray Juan Antonio Caro, maestro de doctrina quienes recibieron las imágenes, mandadas realizar por encargo a Guatemala. Estas fueron colocadas en uno de los altares laterales del Templo Parroquial, esto en el año de 1747. En el mismo año se presenta un sismo sin mayores daños a la población pero es el motivo de que ambas imágenes sean entonces proclamadas “Patrones y Protectores contra las amenazas de nuestro volcán y toda adversidad”, según lo escrito por el M.I. Canónigo Dr. D. Ramón López.


           
Para el 22 de Octubre de  1749 ocurre otro sismo que según descripción de Don Esteban Cibrian Guzmán, el cronista sin tìtulo de Zapotlán, en su “Origen de la feria de Zapotlán el Grande”,  “causó daños y ruina, dio motivo para que el pueblo, las Autoridades Civiles y Eclesiásticas, con todas las formalidades firmaran el Juramento, proclamando el patrocinio  de Sr. San José a perpetuidad, (14 de diciembre de 1749), obligándose ellos por sí y por las futuras generaciones de zapotlenses a celebrar con Solemne Misa de Función cada 22 de octubre...Los temblores volverían a repetirse en 1771 y en 1790 causando luto, lágrimas y ruina.”

            El 25 de marzo de 1806, durante la Cuaresma de ese año, se invitó a los Reverendos Padres del Convento de la Cruz de Querétaro para realizar ejercicios espirituales a la población de Zapotlán,  el Templo Parroquial pletórico de gente fue sacudido con el pueblo entero en un fuerte terremoto de funestas consecuencias, las descripciones de los Reverendos Padres a su convento dan cuenta de la destrucción y la ruina en que quedo el Zapotlán de ese año. Dos mil personas se dice quedaron sepultadas baja las bóvedas derrumbadas del Templo, solo el altar donde se veneraban las imágenes de Señor San José y su inseparable compañera quedaron en pie. Las imágenes fueron trasladadas al Templo de la Tercera Orden, y se ratificó el Juramento de manera Solemne en que se pedía la protección y patrocinio de Señor San José y la Virgen del Rosario.

            Esa escultura  de la Virgen María que se juramentò en 1747 y 1806 no es la actual imagen que se venera en el altar oriente dentro de Catedral. Esa escultura  conocida popularmente como “La Chatita” fue retirada del culto durante la primera mitad del siglo diecinueve, se dice que el deterioro había mermado su estado. El Maestro Esteban Cibrian Guzmán nos dice que la imagen era una Virgen bajo la advocación de la Inmaculada Concepción y que se encuentra actualmente en el Templo de la Merced bajo el resguardo de los padres franciscanos, la imagen a que hace alusión el Maestro Cibrián, y que pude observar es una escultura que se encuentra de pie sobre un globo terráqueo, pisando una serpiente, sobre una peaña cuadrangular, al parecer es una imagen para vestir, de finas facciones, de casi tamaño natural y actualmente se encuentra en el coro, dentro de una vitrina, con evidencias de deterioro. El Maestro Ramón Villalobos “Tijelino” por su parte nos dice que “la imagen original que acompañaba a Señor San José hasta 1850 después de ser retirada del culto, se recupera”, “el Obispo Don Leobardo Viera Contreras debió mandarla limpiar, restaurar, le hizo vestir y la colocó en el oratorio de la Casa Obispal donde se encuentra actualmente”.

                        Así pues la Sagrada imagen de la Virgen del Rosario original que acompañó a Señor San José a su llegada a Zapotlán el Grande,  fue cambiada en el siglo diecinueve por la actual que todos conocemos, una imagen con una historia que compartiremos en la siguiente entrega.

 El origen de la Virgen del Rosario de Zapotlán
(Segunda parte )

En el texto pasado recordábamos la llegada de las Sagradas imágenes del Santo Patrono Señor San José y la Virgen María a Zapotlán, y su juramentación como protectores contra las adversidades del volcán de Colima. Residieron  en la antigua parroquia de Zapotlán desde al menos 1747, fue posterior al terremoto de 1806 que  las imágenes fueron trasladadas al Templo de la Tercera Orden, bajo el cuidado de los franciscanos, permaneciendo ahí  por 75 años.  En 1881 son colocadas en  su nuevo templo parroquial, la actual Catedral que se construía a marchas forzadas desde 1866. La escultura  que se colocó en el altar central de la parroquia ya no era la misma Virgen del Rosario “original” que había sido traída desde Guatemala y que acompañaba al Castísimo Patriarca Señor San José.
           
Hacia 1840 el Señor Cura Don Dionisio Arteaga, encarga a un escultor de Guadalajara la realización de una nueva escultura de la Virgen del Rosario. Permítaseme aquí una pequeña hipótesis, es probable que la original escultura de la Virgen del Rosario sufriera algún tipo de desperfecto durante el temblor de 1806 y la subsiguiente caída casi total del templo, pudo o no ser así, el caso es que  el Padre Arteaga solicitó en Guadalajara la intervención del famoso Maestro escultor Don Mariano Pierusquía.

El Maestro Pierusquía o Perusquía, existen ambas versiones escritas de su apellido, fue un célebre escultor queretano, profesor en la Academia de Bellas Artes de México, discípulo del gran Manuel Tolsá de quien aprendió el oficio de escultor.  En 1835 fue enviado a Guadalajara para que se hiciera cargo de la clase de escultura en la Academia de Bellas Artes de Guadalajara que, según el maestro Gonzalo Obregón, había fundado en 1824 el primer Gobernador del Estado de Jalisco, el ex novicio franciscano Don Prisciliano Sánchez. Fue a Guadalajara el Maestro Pierusquía acompañado del gran pintor  Antonio Castro, y de Don José Antonio Romero quien fungirá como Director de la Academia.

            Las obras más notables de escultura religiosa del Maestro Mariano Pierusquía en la ciudad de Guadalajara, y que aún se conservan y pueden admirarse, son la hermosa Virgen de la Merced, del Templo de los Mercedarios en la esquina norponiente de Pedro Loza e Hidalgo al poniente del Palacio Municipal, y la Virgen de Nuestra Señora del Carmen del antiguo Templo del Convento de Monjes Carmelitas, hoy en la acera sur de la avenida Juárez, entre 8 de julio y Pavo, mandada realizar por el prior del convento,  Fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera, hombre de luces y de ciencia.

            Fue pues a este insigne escultor a quien se le encomendó la realización de la actual Virgen del Rosario que podemos admirar en el altar oriente de la actual Catedral de Zapotlán y que acompaña “en andas” al Santo Patrono Señor San José cada 23 de octubre por las calles de la ciudad. Fray Luis del Refugio de Palacio y Balois, prior del Convento Franciscano de Zapopan, historiador, crítico de arte y arquitecto, restaurador, elogiaba las obras del maestro Peirusquía, como las más hermosas, la Virgen del Carmen de Guadalajara y la Virgen del Rosario de Zapotlán.

            Dejemos que sea el Maestro Ramón Villalobos “Tijelino” quien nos describa esta hermosa pieza escultórica “Es una escultura para vestir hecha en madera de sabino, plantada a plomo sobre una pierna, la otra flexionada hacia adelante para logra la caída de las telas de la ropa…el colorido de la mayor parte de su cuerpo es de un tono gris de azul muy claro, iniciándose en un escote circular hasta la tercera parte de sus brazos y después de 20 cm, sobre su tobillo. La cabeza, manos y pies están pulimentados a trapo y mano con imprimaciones al temple y terminados al óleo a vejiga. Su terminado es tan terso que al tocarle podríamos creer que se tratara de una porcelana o el interior de un caracol en esta obra de Don Mariano Perusquía. El autor, nos entrega una de las formas más hermosas y armónicas de cuello, rostro, nariz, ojos y boca, que se hayan producido en la escultura de su época. Y varios autores y un servidor sin temor a equivocarnos, aseguramos que la escultura de la imagen de Nuestra Señora del Rosario de Zapotlán del maestro Perusquía es una de las más hermosas esculturas queretanas que existen en nuestra República. Sus pies y manos conservan las características de sus abuelas las esculturas guatemaltecas, con las uñas de dibujo acuñado y falanges levantadas, el estudio de venas y tendones y el ritmo y armonía que caracterizan a estas piezas.”
         
   Las peañas en que se presentan las imágenes no son originales, les fueron colocadas a inicios del siglo 20, con ello la imagen de Nuestra Señora del Rosario de medir 1.55 metros paso a 1.75 metros, pero conservan ese don de la monumentalidad, que al ser colocadas en un altar se agigantan. La construcción del  altar oriente de la Catedral Basílica Zapotlense fue costeado por el pueblo de Zapotlán bajo la dirección y la guía del Siervo de Dios Silviano Carrillo Cárdenas, Párroco de Zapotlán y más tarde Obispo de Culiacán, fue el Sr. Cura Carrillo quien logró terminar la actual Catedral y trasladar de la antigua Parroquia, hoy Sagrario, donde se encontraban el par de imágenes desde 1881 a su lugar actual. Gran ceremonia se realizó para tal efecto, donde estuvo presente un hijo ilustre de Zapotlán el Canónigo Don Francisco Arias y Cárdenas de grata memoria en la Catedral de Santa María de la Asunción de Guadalajara.

            Para 1909 los ebanistas José María Carrillo y José Carrillo  realizaron las peañas y los nichos en que actualmente se encuentran las imágenes y fueron colocadas en ellas en 1910. El motivo fue un accidente de consecuencias funestas para la imagen de Señor San José, que sin embargo dio como resultado el saber con certeza el origen de la escultura.

            Finalmente solo nos queda agregar, que el Niño Jesús  que porta la imagen de Señor San José en su brazo derecho fue realizado a inicios del siglo 20. Obra del maestro escultor Agustín Espinoza, queretano, quien había sido discípulo del gran Victoriano Acuña, celebre escultor de imágenes religiosas en Guadalajara y discípulo a su vez de Don Mariano Perusquía.



                       



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