domingo, 10 de abril de 2011

¿Te acuerdas cuando…“por apariencia”, dejaste de ser joven?

Salvador Manzano
                                                                                                                       
Desconozco si todas las personas  se percatan de esta curiosa transición, a la mejor insignificante; pero parte irrevocable de nuestro proceso de evolutivo, me refiero a esas ocasiones cuando nos llamaban: “niño”, “muchacho”, “joven”  (por respeto al bello género, omito involucrarlo) y de repente, ¿han notado ustedes? ese preciso momento en que las personas del entorno  por unanimidad, “han decidido” que: ¿ya no eres un muchachito?

                                                                                           Colima Col., 22 de marzo de 2001 a las 21:30 hs.
[Escrito en una servilleta del puesto Hamburguesas El Caporal, mientras esperaba me surtieran mi pedido “para  llevar”…]

—Ya esta listo su pedido señor.
¿Señor? — voltee para todos lados y no había ningún señor.
Entonces la penetrante mirada inquisitoria del despachador de hamburguesas, me dio a entender que hablaba conmigo…
¿Yo?  ¿Señor?
Es la primera vez que me dicen “señor”, ¡diablos! no me había percatado de la seriedad de esto.
Confieso que algunas veces  ya sospechaba de las insinuaciones del espejo irreverente, nefasto e irónico.
 Aunque creo que no me ha ido tan mal con respecto a mis amigos contemporáneos, aquellos que se  les ha “albeando” la cabeza  prematuramente (¡pobres!), los que tienen sus caras como tierras recién labradas o como mi compadre que parece panteón.
Que dirán de los simpáticos nuevos “señores” que optan por rondar  sospechosamente por las tiendas de tintes y productos de belleza, en busca de un color cafecito disimulador para el pelo y verde oscuro para el rabo –verdad compadrito?—
A  propósito de verde, la llegada clásica de la cantaleta consoladora…”viejos los cerros; pero enverdecen”…vaya que alivio.
Si en el  diccionario de la Real Academia  Española dice que –Señor- Adj. /Noble, distinguido, señorial, varón…entonces, ¿Por qué? había de ser en un puesto de hamburguesas el lugar donde me imponen esta investidura y no en un sitio solemne en manos de alguna autoridad moral, con honores y una ceremonia de protesta. Yo, investido como “señor” en un puesto de hamburguesas ¡oh! ¡Cárgame Dios mío!

Ah también tengo grandes amigos, nobles señores de los ronquidos, de la vitamina E y los antioxidantes, los enciclopedistas de remedios y consejos para agarrarse de los últimos resquicios de lo que fue una frenética juventud y Los bebedores de pasiflora y valeriana para inducir el sueño sin el peso y la congoja de tantas averías que hicieron en su ajetreada vida, así como los incansables artesanos del sobrepeso.

Mañana cumplo, 41 años— ¡cállate  compadre!
Confieso que quisiera saltarme el día… ¡el año!, mañana seré comidilla de todos los camaradas. Me siento como un pedazo de carne que se ha puesto a marinar –mañana nos lo comemos—dirán todos, póngale ablandador, un poco del sal y lista la botana.

Cumpliré  41 años que llegaron sin avisar, como soldaditos de plomo, ¡pesados! para qué quejarme, llegaron hechos un desmadre, como yo quise, ¡antes llegaron! bendito sea Dios, y mi santa madre y  a san Judas Tadeo… y benditos todos los santos que abogaron por mi, de quienes temí  amenaza de huelga por exceso de peticiones e intercesiones  para este diablo que fui… mmm… para este “señor”… ¡Ja!

¿Y si me habrá dicho señor por respeto? pero a un muchacho nunca le dicen señor por ese motivo. Me habrá dicho “señor” solo para aludir a mi género masculino en desconocimiento de mi nombre. Si es así aceptare con dignidad el antenombre de “señor”  nomás porque no soy ningún insurrecto y… ¿sabe? –aquí entre nos—bendigo que esa persona desconoce que cumplo 41 años, porque lo mataría si osara decirme “señorito”, no toleraría por ninguna razón semejante atrevimiento.

Estos años se fueron,  la verdad no recuerdo como se fueron, como agua que se escurre de las manos, como el viento que viaja sobre las ola, como el ave que se pierde en el horizonte…!la melancolía también!, vaya pues otro síntoma. Pastillitas para la memoria, está bien, está bien… una antes de cada comida, haga ejercicio con regularidad.
¡Quien carajos dejó sobre mi escritorio una tarjetita del urólogo! —¡compadre ven acá desgraciado!—

Mañana cumplo, 41 años… y eso me incomoda.
—Ya esta listo su pedido señor.
¿Señor?










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