José Luis Vivar
Pareciera que es un tema viejo; como si se tratara de algo que ya no existe. Sin embargo, las enseñanzas de la vialidad son una necesidad, primero por el exceso de anarquía que se vive en las calles, y segundo porque la vialidad no es un asunto del pasado, sino que simboliza las bases éticas de todo un buen comportamiento ciudadano.
A los niños en edad preescolar se le enseña vialidad, lo mismo sucede con los pequeñines de primaria. Es común verlos en acción, portando chalecos y banderines dirigiendo el tráfico afuera de sus escuelas. La civilidad de sus padres entra en acción al obedecer los señalamientos que se les hacen, como manejar a su derecha, ceder el paso a los peatones, etc. No obstante, en los grados siguientes este tipo de preparación deja de instruirse. Como por arte de magia la sola palabra es motivo de olvido para permitirle entrar en acción a la indiferencia, a la falta de respeto y al hacer lo que me venga en gana. Aquellos que fueron niños seguidores del orden en las calles pasan a formar parte del confuso engranaje vehicular, que a veces parece la ley de la selva.
El problema de la falta de vialidad no se limita a que alguien no respete las vías de circulación, o los señalamientos, sino que tome los caminos como basureros ambulantes. Eso, realmente es el colmo. Y conste, que esto no se limita a determinado clase sociocultural de quien transita, sino que congrega a todos por igual.
Ahora que estamos viendo lo que sucede en diferentes puntos del país, en donde a causa de las lluvias infinidad de poblaciones sufren estragos por las inundaciones, dando por resultado un alto índice de damnificados, han salido a relucir datos que estremecen. Para Héctor Suleimán Safi (Milenio, 12-7-10), director del Organismo Operador del Servicio de Limpieza (OOSL) el cincuenta por ciento de las inundaciones son producto del exceso de basura que se deposita en las alcantarillas. Claro, que en esto no tienen responsabilidad únicamente el gremio de conductores, sino también muchos de los peatones. Es decir, que la culpabilidad recae en todos nosotros, sin excepción.
Las malas interpretaciones respecto a las reglas de convivencia social se han confundido con el supuesto derecho de disponer de los servicios públicos a diestra y siniestra. “Soy ciudadano y puedo ensuciar y destruir lo que haya en la calle; al fin que soy libre para hacerlo”, reza en muchos esta desquiciante idea.
En el pasado, hubo una intensa campaña por mantener las calles de las ciudades libres de basura. La empresa Disney, en los años setenta presentó al famosísimo Pato Donald con una indumentaria asquerosa, llamándolo El Cochinón. La desaparecida editorial Novaro, el canal 5 de Televisa se encargaron de promover esta campaña. En los jardines de niños y en las escuelas primarias, los alumnos denunciaban a los cochinones, podrían ser algunos de sus compañeros, o vecinos y personas que en forma descuidada o a propósito tiraban basura en las calles.
Esta medida tal vez no impidió las inundaciones, pero creó conciencia a nivel nacional, aunque por razones de presupuesto, de la noche a la mañana claudicó, Donald abandonó su disfraz y nadie volvió a acordarse del Cochinón. Aunque conviene señalar que a pesar de de la suspensión de esta campaña, los valores formativos eran sólidos. Por eso que la materia de Civismo se impartía con responsabilidad en primaria y secundaria. Los maestros tomaban muy en serio su papel de formar buenos ciudadanos, de ahí que fomentaran valores éticos que se ponían en práctica desde el momento en que alguien salía de la escuela.
Por desgracia la educación vial cayó en la decadencia, algo simular le sucedió al agente de tránsito, representante del orden público, quien es visto con desconfianza y recelo. Con estos atenuantes, la sociedad civil hemos seguido, consciente o inconscientemente, una conducta de indiferencia que ha traído graves consecuencias. Las precipitaciones pluviales son un buen ejemplo, y aunque en nuestra ciudad no hemos padecido algo tan grave, poco falta para que seamos una cifra en las estadísticas del país.
De vergüenza ajena son estos casos referidos por quienes nos hacen el servicio de recolectar la basura: Señoras desde la comodidad de sus vehículos tirando botellas en plena avenida Hidalgo, y lo peor, ¡cuando está lloviendo! Gente joven, niños, señores que arrojan cáscaras, botes de plásticos y lo que estorbe a sus manos, en ese gran muladar que son las calles y avenidas de Ciudad Guzmán.
La pregunta es obligada: ¿Se debe entonces retomar con mayor énfasis la educación vial en las escuelas de todos los niveles? Por supuesto que sí, aunque este tipo de educación no se debe brindar únicamente en las aulas, sino también en las oficinas, en los barrios, en las iglesias, en donde exista un grupo de personas interesadas en modificar esas conductas que no son más que el reflejo de lo que los demás hacen. Sin tratar de caer en los excesos del optimismo, en Ciudad Guzmán estamos a tiempo de corregir el rumbo, para no lamentar como quienes viven en el sur de la república mexicana, como los estados de Veracruz, Oaxaca y Tabasco, donde suman más de ocho millones de litros de agua por estas lluvias que siguen cayendo.
Las enseñanzas de la vialidad son sabias, y no se limitan al buen manejo de conductores y peatones, sino algo más que se llama higiene ambiental.
Hasta el próximo miércoles.
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