Los conjurados
Tirar contra la muerte
(Primera y Segunda parte)
Los
grandes premios no sólo tienen la función de otorgar un reconocimiento
simbólico y económico al escritor beneficiado, tienen además la virtud de sacar
a algunos autores, especialmente poetas, del coto privado en el que se alojan,
sólo leídos y celebrados por ciertas élites de la cultura, los ejemplos abundan
y uno de esos es el de Juan Gelman (Argentina 1930-Mexico 2014). Hubo que
esperar más de 40 años de labor poética y otros tantos de activismo político
(en muchos momentos no hay frontera entre dichos ámbitos) para que el mundo
literario volteara su mirada, reconociera y encumbrara en su justo lugar a una
de las voces más emblemáticas de la poesía en lengua castellana, emblemática
tanto en su espíritu estético, como renovador de las formar poéticas, pero no
menos por su carácter humano, por su conciencia que no puede concebir la
belleza de la poesía separada del sufrimiento y la injusticia, a nivel personal
y social, debemos decir universal.
Así pues el nuevo siglo abre para
Juan Gelman con la llegada de los más importantes premios en la lengua española
y así permanecerá durante la primera década del mismo: el Premio de Literatura
Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), el Ramón López Velarde (2003)
el Pablo Neruda de Poesía Iberoamericana (2004) el Reina Sofía (2005), y
el Premio Cervantes (2007), considerado
el Nobel de las letras hispanas.
Pero ¿quién es Juan Gelman? Decía
Fernando Pessoa que los poeta no tienen biografía, que ésta se encuentra en su
obra, y en mucho es cierta la aseveración del portugués, la vida y la obra de
Gelman son caras de una misma moneda imposibles de disociar, por ejemplo,
cuando habla del exilio, asegura que esa condición en él se remonta a la
pérdida de la inocencia, a la expulsión natural de la infancia, el exilio
indisoluble de la ausencia amorosa, y la pérdida de los seres queridos. Así
como vida y poesía se conjuntan, evidentemente se fusionan poesía y política: a
los 11 años publicó su primer poema, a los 15 ingresó a la Federación Juvenil
Comunista; a los 25, al lado de jóvenes poetas activistas de filiación
comunista funda el grupo Pan Duro, con el propósito de publicar y difundir su
poesía comprometida socialmente, de ahí su primer libro publicado en el año
1956, Violín y otras cuestiones; en
la primera mitad de los años sesenta es encarcelado por pertenecer al Partido
Comunista, al que más tarde abandonará para formar parte del peronismo
revolucionario, y forma, con otros escritores disidentes del Partido Comunista,
el grupo Nueva Expresión y la editorial La Rosa Blindada con el fin de difundir
libros de izquierda rechazados por el comunismo ortodoxo.
Estamos en el contexto histórico de
la presencia imperialista de Estados Unidos en América Latina y la Revolución
Cubana de 1959, una tensión ideológica que germinará en el poeta el caldo de cultivo para la
generación de obras emblemáticas, Juan
Gelman escribirá algunos libros que destacan por su profunda solidaridad humana
además de su crítica social: Gotán (1962),
Cólera Buey (1965) y Los
poemas de Sidney West (1969).
En 1975 Juan Gelman había salido del
país con el fin de denunciar las violaciones a los derechos humanos por parte
del gobierno de Isabel Perón (1974-1976) --durante la dictadura militar,
autodenominada Revolución Argentina (1966-1973) se había unido a las Fuerzas
Armadas Revolucionarias y posteriormente a los Montoneros, ambas organizaciones
guerrilleras de orientación peronista, la
última influida por el pensamiento del Che Guevara--. Un año más tarde
un golpe de estado establece la nueva dictadura militar en Argentina, Proceso
de Reorganización Nacional, que causará gran terror e impone un exilio a Juan
Gelman que lo lleva a rondar por Italia, España, Guatemala, Francia, Estados
Unidos y finalmente México. Hacia 1983 el gobierno de Raúl Alfonsín gira una
orden de aprehensión contra Juan Gelman por delitos imputados a los Motoneros,
lo que provoca una serie de protestas internacionales encabezadas por los
escritores Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Alberto
Moravia, Juan Carlos Onetti, Augusto Roa Bastos, entre otros. Cinco años más
tarde la orden judicial quedó sin efecto y Juan Gelman pudo regresar a su
patria después de trece años, aunque ya había decidido establecerse en México.
La experiencia del exilio para Juan
Gelman fue verdaderamente significativa, al grado que ha declarado que pasó los
primeros cinco años en una sequía considerable de producción poética, hay entre
su último libro escrito en Argentina Relaciones
(1973) y el primero en el exilio, Hechos
(1980) siete años de diferencia. En un artículo titulado ¨El destierro¨(www.lamaga.com.ar)
de 1997, el poeta des simplifica el concepto de exilio como una expulsión por
razones políticas de un territorio que representa un arraigo meramente
nostálgico, él asegura que el exilio es muchas cosas más: ¨la época en que no
nos habían derrotado, en que se podía creer en las luchas populares¨. Pero
también tiene un carácter de privación meramente personal ¨por ejemplo, mi
madre falleció cuando yo estaba en el exilio. Y esos son golpes realmente
duros, porque dan en la matadura¨. Como consecuencia de esto, Gelman publica en
1989, uno de sus libros más intensos, Carta
a mi madre, en donde hurga en la huella dejada por ella, en el intento
de recuperación de la persona amada, por medio de una poesía desgarradora que
Eduardo Milán ha calificado como ¨la articulación de un canto, de un llanto
general de los desaparecidos¨. La primera estrofa del poema se ha convertido en
un referente en nuestra poesía debido a la intensidad y exactitud en la
descripción de la pérdida expresada por el poeta:
¨recibí
tu carta 20 días después de tu muerte y cinco minutos después de saber que
habías muerto / una carta que el cansancio, decías, te interrumpió / te habían
visto bien por entonces /aguda como siempre / activa a los 85 años de edad pese
a las tres operaciones contra el cáncer que finalmente te llevó/¨
Como vemos el tema de exilio va ser
enriquecido no sólo por el carácter político del suceso sino por la condición
de pérdida de proyectos de vida, de seres queridos, de cosas, objetos, pero aún
más, la pérdida de la gente que padece en su propio país las circunstancias que
a él lo expulsaron: ¨¿Y la gente que no puede volver, por ejemplo, a los restos
de los hijos que perdió?, ¿y la gente que no puede volver a la justicia que se
le debe, al salario, a la cultura, a los servicios sanitarios, a la educación
que se le debe y a la que no puede volver? Son millones los que están exiliados
en el país (...) Los que cobran una miseria son exiliados de un supuesto
desarrollo.¨
Treinta años después de la masacre
de la dictadura militar, Juan Gelman, en el discurso de recepción del Premio
Cervantes, recordó su identificación con Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz
por su condición de padecer ¨la presencia ausente de los amados¨, que en
palabras de la santa es ¨morir muchas veces¨, y afirmó ¨ yo moría muchas veces
y más con cada noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que
agrandaba la pérdida de lo amado.¨ Y vuelve a profundizar en las palabras desde
la óptica del poeta, ahora respecto al concepto ¨desaparecido¨: ¨la dictadura
militar argentina desapareció a 30.000 personas y cabe señalar que la palabra
"desaparecido" es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el
secuestro de ciudadanas y ciudadanos inermes, su tortura, su asesinato y la
desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en suelo ignoto.¨
La memoria es pues una de las
funciones de la poesía de Gelman, porque la memoria da la posibilidad de la
justicia contra la pobreza, la corrupción, la opresión, la posibilidad de la
respuesta a las preguntas que siguen titubeando en el viento, para la
conservación de la utopía, de la capacidad del sueño, del deseo y del anhelo.
No debemos olvidar a los 200 mil civiles de Hiroshima ni al coronel Paul
Tobbets que los aniquiló sólo pulsando un botón, no debemos olvidar a las
víctimas ni a los asesinos de la dictadura porque hay recuerdos que ¨siempre
están ahí y muestran su rostro sin descanso. Es el rostro de los seres amados
que las dictaduras militares desaparecieron. Pesan en el interior de cada
familiar, de cada amigo, de cada compañero de trabajo, alimentan preguntas
incesantes: ¿cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Dónde están sus
restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde
está la verdad, su verdad?¨, y por el
estilo continúa en su discurso de recepción del Premio Cervantes, tal
como lo hace en muchos de sus poemas, por medio de una incesante enumeración de
preguntas.
En su célebre prólogo para la editorial Visor de
Poesía, Julio Cortázar definió a Juan Gelman como un “hombre al que le han
cegado la familia, que ha visto morir o desaparecer a los amigos más queridos”.
Entre tantas pérdidas quizás hay unas cuantas que destacan sobremanera, una es
la muerte de su madre en 1982 víctima del cáncer y que su condición de exiliado
le impidió darle el último adiós; otra
es la desaparición en 1976 de su hijo Marcelo Ariel y su nuera María Claudia
Iruretagoyena, con siete meses de embarazo, que fueron secuestrados en Buenos
Aires por un comando militar. Producto de esta experiencia Gelman escribió
“Carta abierta” incluido en Hechos y
relaciones (1980) un poema de una emotividad incontenible y un lenguaje que
manifiesta el desequilibrio y la turbación que produce esa honda indagación en
la incógnita del hijo desaparecido:
“cuerpo que me temblás entrada al alma/
frío que me enfríás/manito tuya
manando sombra/sombra/sombra/
¿paro tu deshacerte en algún lado?
¿te rejunto otra vez?/¿te apeno el habla?/
¿te duelo el nunca?/¿más¿/¿o nunca más
me mirará hermoseando tu hermosura?/
¿descansarás tu piel?/¿desquerés mucho?/...”
El 7 de enero de 1990 son identificados los restos
de su hijo Marcelo, asesinado de un tiro en la nuca, los restos fueron
encontrados en un río de San Fernando (Gran Buenos Aires) dentro de un tambo de
grasa lleno de cemento.
El
23 de diciembre de 1998, Brecha publica la “Carta abierta a mi nieto”, tras de
que Gelman se enterara que su nieto(a) estaba vivo(a) y que por medio del Plan
Cóndor (que vinculaba las dictaduras sudamericanas con Estados Unidos) había
sido llevado a Montevideo y dado en adopción. La carta muestra nuevamente la
condición humana del poeta, veamos sólo un fragmento:
¨Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como
tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste... Ahora
tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que
ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y
con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me
hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo
que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún
modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la
dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te
quieras apartar. Ya sos grande...¨
Ante esta situación Gelman recurrió a los gobiernos
argentino y uruguayo en busca de ayuda para encontrar a su nieto(a), sin
embargo se encontró con la oposición del presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, con quien entabló un debate público, el poeta
atrajo nuevamente la atención internacional y recibió apoyo de destacados
intelectuales y artistas entre los que destacan los premios Nobel de Literatura
Günter Grass, Darío Fo y José Saramago, y de los cantautores Joan Manuel Serrat
y Fito Páez, entre otros. Dos años más tarde la nieta de Gelman, de nombre
Andrea (Andreíta la llama en varios poemas) fue encontrada y Gelman pudo
reunirse con ella. La joven decidió tomar el apellido de su verdadero padre,
para llamarse María Macarena Gelman.
Derivado
de esta experiencia, en 2001 Gelman publica Valer
la pena, integrado por 136 poemas escritos entre el momento que descubrió
dónde se encontraba su nieta y el encuentro con ella. El libro también es un
homenaje a Paco Urondo, compañero en Montoneros, quien se suicidó en 1977 para
evitar ser capturado y delatar al movimiento, el título es pues una frase del poema "Cada día que pasa" del
finado poeta. En ese mismo tenor, en 2004 aparece País que fue será, integrado por 89 poemas escritos entre 2001 y
2003: «cuando el dolor se parece a un país/ se parece a mi país», destaca. Los
poemas en su mayoría son una especie de diálogo con las personas que estuvieron
presentes de una u otra forma en el tránsito de la búsqueda y el encuentro con
su nieta, así pues muchos están dedicados a personajes como José Saramago, Fito
Páez (que en 2003 le dedicó su disco Naturaleza
Sangre), etc. que lo apoyaron alrededor del mundo, y otros como Marco
Antonio Campos y Hugo Gutiérrez Vega en México. El libro fue premiado en la
Feria del Libro de Buenos Aires como el mejor de ese año.
El poeta Uruguayo Eduardo Milán dice que la obra de
Juan Gelman es “concentrado de memoria, experimentación y conciencia”, en lo
escrito hasta aquí la memoria y la conciencia han sido evidenciadas, sólo resta
detenernos un poco en la experimentación, ya que es imposible acceder a Gelman
sin la conciencia de experimentación verbal que fluye en toda su obra, su
denuncia, su subversión, su indignación, su dolor no son manifestados por medio
del lenguaje establecido por los cánones de la convención poética
contemporánea, por el contrario, hace usos inusitados, inesperados, para algunos
incluso chocantes, de la lengua, poniendo de manifiesto que su inconformidad,
que su revolución no es sólo del decir sino del modo de decir, no sólo del
discurso sino de las estructuras, asistimos a una rebelión total. Julio
Cortázar lo advierte de la siguiente manera: “Sí, no es fácil entrar desde la
primera línea en un discurso que va de
tal manera contra la corriente que incluso pisotea sin lástima las reglas más
ahincadas de nuestra seguridad mental, de nuestras grillas prosódicas, de
nuestra aceptación pasiva de las funciones gramaticales.” Las pausas
inusitadas, la verbalización de sustantivos (amorar, dictadurar), la inversión
del género en la palabras no son más que una muestra de la forma como
subversión, de “disparar contra la muerte” como los dice en uno de sus primero
poemas.
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