Pedro
Mariscal
Ciudad
Guzmán, sobre su cabellera
De
roja flor y forestal cultura,
Tiene
un tañido de campana obscura,
De campana segura y verdadera.
Martino, tu amistad está en la altura
Como
el tañido sobre la pradera,
Y como está sobre la primavera
Temblando
el ala de la harina pura.
De
pan y primavera y campanada
Y
de Ciudad Guzmán empurpurada
Por
el latido de una flor segura,
Está
Martino, tu amistad formada,
Agraria
y cereal como una azada,
Alta y azul como campana dura.
Pablo Neruda, soneto dedicado
a su amigo, el Diputado
César Martino.
a su amigo, el Diputado
César Martino.
“Todo logro empieza con un sueño,
yo soñé un libro lleno de reminiscencias
y cuando pierdo la esperanza
me pongo a recordar y escribo” .
yo soñé un libro lleno de reminiscencias
y cuando pierdo la esperanza
me pongo a recordar y escribo” .
( Sonia Trejo Mercado)
Sean bienvenidos y
bienvenidas a esta grata presentación del libro “Las Campanas de Zapotlán”, de
nuestra amiga maestra, escritora, poeta,
coleccionista y promotora cultural, Sonia
Trejo Mercado.
Intuyo las razones que ponderó Sonia
para considerarme como uno de sus invitados a presentar su obra literaria. Quiero decir
aquí que nos unen vínculos
extraordinarios: primero la amistad. Una amistad que data del 2004,
época en la que su servidor conducía un programa cultural en la
televisión local: TVZ, canal 10, con el Ing. Jorge Gómez Ramos. Tiempo después participé en los Juegos
Florales del Cupatitizio, en Uruapan Michoacán,
lugar en donde la Maestra Sonia
ejerció su profesión docente por 38 años y donde formó su familia y su
patrimonio, al lado del Dr. Héctor López Barragán, finado. En alguno de estos años fui invitado por
Sonia, para fungir como Jurado de ese mismo certamen literario que ha cobrado
importancia internacional, y que cuenta con una importante bolsa económica en
premios para los poetas ganadores en las diversas categorías.
Otras circunstancias comunes son las
siguientes: ambos (y todos los presentadores), somos egresados de la Escuela Normal de Ciudad
Guzmán, con una pequeña diferencia: Ella (y sus compañeros) pertenecen a la 1° generación (1960- 1963), y su servidor a
la 15° (76-80). A la autora y a mí, nos atrae el gusto por la lectura y la
escritura. De alguna manera los dos somos promotores culturales, con
remuneración o sin ella, pero ejercemos el oficio. Sonia se arraigó en Urupan,
Michoacán, y se identificó con su gente,
su cultura y sus costumbres, y aprendió a amar– como propia– a aquella tierra
que le dio sustento, sin olvidar y sin dejar de amar el terruño que la vio
crecer en su infancia y juventud. Yo soy
parte de esa misma circunstancia. En 39
años de radicar en Zapotlán el Grande, he aprendido a amar– como propia– esta
generosa tierra que me ha dado sustento y la fortuna de formar a mi familia y
mi patrimonio al lado de mi esposa, la Maestra
Delia González Gómez, también egresada del CREN (79-83). Gracias
Delia por acompañarme en esta hermosa
aventura que ha sido nuestra vida.
Dice el filósofo español José
Ortega y Gasset, en la que puede ser su frase más difundida: "El hombre es él y su
circunstancia". Y la Maestra Sonia Trejo Mercado ha sabido adaptarse a
ellas y obtener el máximo provecho de las circunstancias en las que le ha
tocado desempeñarse. Ha trascendido a sus propias circunstancias y ha honrado con su trabajo y con sus
actividades culturales, el nombre de Zapotlán el Grande y el de Uruapan,
Michoacán.
Después de este extenso proemio quiero
retomar el asunto por el cual estamos
hoy aquí, reunidos en esta Casa
del Arte del Centro Universitario del Sur, de la Universidad de Guadalajara:
“LAS CAMPANAS DE ZAPOTLÁN” nos han convocado hoy, por el sólo hecho de
invocar su nombre, aunque para tal
efecto, no haya habido tañido alguno.
Guillermo Jiménez en su obra “Zapotlán”,
se deja subyugar por el sonoro tañido de
las campanas de su pueblo: Zapotlán…Tlán, tlán, tlán…¡ Las cinco de la
mañana” Fue la misma campana que enamoró a Neruda, es la misma campana– y otras
más–, las que Sonia evoca en su obra, las que lleva en su alma y en su corazón,
y las que provocan que sus vastos recuerdos afloren vigorosos como si fuesen en
el “ hoy mismo”, cuando pasan las cosas que vivió en su infancia y juventud.
Juan José Arreola, en su obra “La Feria”,
hace alusión a las campanadas que indicaban el medio día y a la devoción y
recogimiento con que doña Jesús las contaba, solo que a un tal Urbano,
campanero del templo, se le pasaba el badajo por el sopor de la borrachera y
daba toques de más, hasta quedarse
dormido debajo de la campana mayor. Yo, en mi pueblo, no me quedaba dormido; me
quedaba aturdido de los repiques que con motivo de los bautismos daba junto con
otro compañero monaguillo, metidos ambos
debajo de las campanas. Solo que aquellas carecían del “tañido de
campana obscura”, como la describe
Neruda en su poema. Las de mi pueblo eran agudas…, propicias para romper los
tímpanos.
Encontramos en el libro de Sonia una
riqueza extraordinaria de recuerdos que brotan al tañido interior de sus
Campanas de Zapotlán, esas campanas que nunca deja de escuchar la Maestra y que
las lleva a donde quiera que va, y son esos recuerdos los que le salen al paso
en cada noche, para ser escritos en el más absoluto de los silencios y en la
más absoluta de las soledades: “Si estás solo, serás todo tuyo”, me ilustra mi
amigo Víctor Manuel Pazarín, (escritor y poeta), acerca de esta frase de Leonardo da Vinci. Y a
su tañido interno las campanas evocan en Sonia: olores, sabores, lugares, amistades, recetas
de cocina, dichos y refranes, remedios caseros, juegos infantiles: unos
populares y otros inventados al calor de la animosidad de sus hermanos, hermanas y primos; sus campanas le arrojan recuerdos de
amores filiales y fraternos, las escuelas primarias en las que estudió y el nombre
preclaro de sus maestros; uno de mucha influencia en su vida: el Maestro Alfredo Velasco Cisneros.
No hay duda. Este libro es fruto del
amor que profesa Sonia a su familia, concretamente a su señora madre, Ma. Elena Mercado Carrazco y a
su señor padre, Lic. Rodrigo Trejo Contreras; a sus hermanos y hermanas, a la
constelación de Trejos y anexos: hijas, esposos y esposas, sobrinos y sobrinas, nietas y una extensa pasarela de
nombres que van conformando la microhistoria familiar desde la cual, se cuentan:
el contexto social, económico y cultural de los años cincuentas y sesentas. El amor que le profesa nuestra autora a sus
terruños queridos: El DF, donde nace; Zapotlán, donde crece y se forma; y la ciudad de Uruapan, Michoacán, donde se realiza como profesionista, madre de
familia y mujer culta y trascendente, fundadora del Grupo Cultural
Nezahualcóyotl ( 1995), e impulsora de los Juegos Florales del Cupatitzio.
Nos entrega la autora sus más caros e
íntimos recuerdos y vivencias: su
nostalgia de las cosas, de la Huerta de Trejo, tan querida y emblemática para
ella, y tan familiar para mí, pues es el paso obligado para ir de mi domicilio
al centro y viceversa. Lugar que disfrutamos con mis hijos y sus amigos, de las
frescas aguas extraídas de su enorme noria. El estanque aquel en el que, en uno
de tantos juegos, Sonia, te estuviste muchas horas en sus aguas hediondas y
verdosas para librarte del peligro de la
asfixia, que según te habían dicho, provocarían los piquetes de las abejas…
¡Cuántos atrevidos juegos en aquella extensa huerta llena de
misterios y escondrijos insospechados!
Rosa María y María del Sagrario hablaron
con Rosalío Trejo Pérez sobre la
herencia de la huerta y desde su habitación
de enferma, la tía Aurora gritó:
Chalío…ya entrégales a esas muchachitas
lo que les corresponde.
Los tíos han muerto y la herencia sigue
en litigio por años y años más. ¿No podrá don Rodrigo Trejo Contreras, con sus
habilidades de experto litigante,
deshacer ese entuerto desde el más allá?
“Hoy que estuve en el juzgado para ver
cómo va el asunto de mis tierras, me enteré de un pleito que allí se ventila y
que el juez de letras ha tomado como una chanza” (La Feria, J.J. Arreola)
Y volviendo a las evocaciones que
provocan las sonoridades de las
campanas, Charles Baudelaire. (Poeta francés del siglo XIX), tiene un sentido
poema (soneto), al que llamó:
LA
CAMPANA HENDIDA
En
las noches de invierno es dulce y es amargo
Escuchar, junto al fuego que palpita y humea,
Como
se alzan muy lentos los recuerdos lejanos
Al
rumor del tañido que canta entre la
bruma.
¡Feliz
campana aquella de enérgica garganta
Que,
pese a su vejez, conservada y alerta,
Fielmente va
lanzando su grito religioso
Como
un viejo soldado que vigila en su tienda!
…..
Sonia también nos comparte su dolor por
la irreparable pérdida de sus seres queridos y elabora una extensa relación en
el capítulo XVIII: POR QUIEN REDOBLAN LAS CAMPANAS, quizás recordando la novela
de Ernest Hemingway (1940), quien toma el título de la obra "Meditación
XVII” del poeta metafísico John Donne.
…”La muerte de cualquier hombre me
disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas
preguntas por quién doblan las campanas: doblan por ti”.( John Donne.)
La relación de finados inicia con su
madre, María Elena Mercado Carrazco; le siguen su padre, el Lic. Rodrigo Trejo
Contreras y los parientes de él: su concuña, su suegro, su cuñado, su hijo
menor: Marco Antonio Trejo Mercado; su nieto, Rodrigo Trejo Silva; su yerno el
Dr. Héctor López Contreras, esposo de Sonia… El día que redoblaron todas las
campanas de todos los templos de Zapoltlán por la muerte del Papa Bueno, Juan XXIII, el 3 de
junio de 1963. El tañer de las campanas como mal presagio, ese tañer que solo
ella escuchaba y era el aviso de que algo malo estaba por suceder.
El dolor fluye y se alivia con la
escritura. La escritura es un método para liberar angustias y liberarse del
dolor y compartirlo con otros para que la carga sea menor. Esa es la táctica de
nuestra autora: “La tarea más difícil en este mundo es pensar; pensar en la
muerte sin temor, temerle a la vida que no se aprovecha. Vivir es el único lujo
que no se puede comprar”, dice nuestra autora.
Sonia Trejo Mercado nos muestra, en un
ejercicio exhaustivo de datos y datas, la vida de provincia, sobre todo de su
Zapotlán de infancia y juventud, las costumbres pueblerinas de los años 50s y 60s;
el olor de las calles, la sencillez de la gente, las amistades cercanas, y
quién fuera su médico de cabecera, el Dr. Juan José Elizondo Díaz, casi su vecino de la
calle Colón No. 233,( donde hoy se ubica
la clínica Médica Zapotlán), señorial y amplia casona en donde Sonia compartió
juegos, travesuras y sus primeros encuentros con las letras a través de la bien
surtida biblioteca de su padre, el liberal Rodrigo Trejo Contreras, hombre
culto y político avezado: fue Secretario del Ayuntamiento de Cd. Guzmán,
Presidente Municipal de Puerto Vallarta ( 1959), Secretario del Ayuntamiento de Zapotitlán de Vadillo y Juez de Primera
Instancia en el juzgado de Tamazula, Miembro
del Escuadrón 201 y entrañable amigo del Lic. Juan Moisés Calleja García, Ex
Director del ISSSTE. Don Rodrigo Trejo
fue cofundador de la Escuela Preparatoria de Cd. Guzmán. (pág. 147) (Sonia lo recuerda siempre vestido con buen
porte y llevando sobre su cabeza su
clásico sombrero TARDAN, una fina y elegante tejana).
Sonia, nos remite a las añoranzas de los
tiempos idos. Nos muestra un mundo que no hace tanto tiempo era nuestro mundo, y nuestros sus modos y sus costumbres; sus
juegos y su catolicismo reverente; sus inocentes
creencias y sus miedos infundados:” si te portas mal, te llevará el coco”; sus
románticas canciones entonadas a coro: “La Palma”, “Collar de Perlas”,
“Fascinación”, etc. (pág. 44).
Las familias generalmente eran numerosas. Las
casonas eran amplias y altos sus techos y frescos sus patios y corredores; eran
casas sustentables, había de todo: árboles frutales, plantas medicinales,
animales domésticos, un granero, y el
cuarto de los “tiliches”, un verdadero museo se sitio, motivo de la imaginería infantil,
y laboratorio de proyectos y construcciones para las nuevas travesuras
infantiles.
Con su estilo directo y sencillo, Sonia nos lleva de la mano a un viaje al
pasado, al encuentro con las voces de otros tiempos. Hacemos el recorrido por
las calles de Zapotlán y paseamos con ella por su amplia plaza un día de
domingo: las mujeres dan vuelta en sentido inverso a los hombres: De esta
manera ni un bello rostro se escapaba a la vista de los gañanes y las lindas
señoritas sonreían a los apuestos jovenzuelos.
Nos lleva a México, DF,
por el Barrio de Tepito; nos pasea por Urupan, Michoacán
y su Parque Nacional, nos presenta
su primera comunidad donde ejerció su profesión docente: Cheranguerán. Sonia y
su hermana Maricela son egresadas de la primera generación del CNR (60-63),
junto con las hermanas Palafox: Yolanda y Aurora, (de brevísima cintura– de
avispa–, de ojos verdes, muy guapas), José Fernando Covarrubias García, “El
Capi Covarrubias”; Carlos Arrieta González, Cándida Montes Barragán, Graciela
Moreno Leal y tantos otros muchachos y señoritas de aquella época que llegarían a ser
reconocidos como grandes maestros y maestras de México.
Hizo
lo que muchos maestros de su tiempo: fundó escuelas, se emocionó cuando enseñó
a leer a sus alumnos de primer grado, conoció a valiosos compañeros de trabajo
con quienes hizo equipo y crecieron profesionalmente juntos, participó en la política sindical y en la
política civil, formó una familia y trascendió su obra por el compromiso social
y cultural con el que ejerció la docencia.
“LAS CAMPANAS DE ZAPOTLÁN”, se ubica en
el género literario conocido como “Memorias”.
Emmanuel Carballo nos entrega un
prolífico ejemplo de este género en su libro:” Ya nada es igual”, memorias 1929- 1953, Guadalajara, Jal; y la Maestra Sonia hace lo propio en esta
obra literaria que comenzó a escribir el 29 de enero del 2010, en Urupan,
Michoacán y termina con su reciente impresión, el 7 de julio del presenta
año, en los talleres de Impresos
“Rosita”, de la misma ciudad purépecha.
Dice el escritor Ernesto Sábato, que
“ser escritor es estar siempre al borde de la vida, de mil vidas y vivirlas sin
miedo de enamorarse o de morir en todas y cada una de ellas.”, y la maestra
Sonia Trejo Mercado así lo muestra y demuestra en esta obra que hoy, para fortuna de todos los que
estamos aquí, presentamos y recomendamos su lectura, una lectura pausada para
dejar fluir los recuerdos que sus
treinta capítulos y cuatro anexos, habrán de provocar– irremediablemente–, en
nuestra imaginación.
En “Las Campanas de Zapotlán”, parafraseando
a Sábato, nuestra escritora es “la primera emocionadísima persona que se fija de manera especial, en la más
gigantesca de las nimiedades, o en la más diminuta de las grandezas”. Es
extremadamente meticuloso el trabajo de investigación de Sonia. Ella nos da
“santo y seña” de los acontecimientos familiares, nombres, datos, parentescos,
afinidades, amistades y sueños.
Otro criterio de Ernesto Sábato en
relación al duro oficio del escritor es que, quien a ello se dedique, debe “ tener
tripas suficientes para vivir los momentos más impactantes que le quepan vivir
a una persona y no morir en el intento, pero cargar con su dolor o su alegría
para siempre”, y eso es lo que hace Sonia. Ella no cuenta únicamente los momentos felices,
sino también los momentos de dolor y
frustración, de impotencia y añoranzas, la solidaridad familiar con los primos huérfanos y la solidaridad
social para sofocar un incendio. Sonia pasa de la nostalgia a la alegría de
compartir su vida con sus seres queridos más cercanos en estos momentos: su hija
Zulema y su nieta Sonia Adriana, a quienes he llamado, “El trío perfecto” (Abuela,
hija y nieta).
Termina Sonia su libro relatando las anécdotas de un recorrido minucioso por el
cementerio municipal, por colonias y barrios de Zapotlán, por la Ventana Chata
y los alrededores de la Huerta de Trejo, por calles céntricas y plazoletas, Nos
cuenta sus descubrimientos, hallazgos y sorpresas que la vida tenía a buen
resguardo para ella.
No es mi intención abundar en el
contenido de este libro de memorias, más bien deseo despertar en ustedes la
curiosidad por conocer y leer estas páginas y anexarle, con los recuerdos
propios de ustedes, otros capítulos y otros anexos que la hagan más
entrañable y amorosa de lo que ya es.
Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 9 de
septiembre de 1908 - Turín, 27 de agosto de 1950), escritor italiano, uno de los
más importantes del siglo XX, señala que: “El trabajo del escritor es un
trabajo solitario, quizá de los más solitarios junto al de farero o al de encargado de mantenimiento de las
antenas de telefonía del desierto de Gobi. Y quizá por ello sea tan difícil
entender lo que es ser un escritor.
Gracias maestra Sonia Trejo Mercado por
este enorme regalo que nos hace hoy a los zapotlenses. De sus noches de desvelo
y soledad vamos a disfrutar un mundo de recuerdos que generosamente nos ha
traído a su hermosa tierra. Me despido con una canción que a usted, según lo
dicho en este libro, le gusta mucho: la llorona.
Muchas gracias y buenas noches.
LA
LLORONA
(canción popular)
(canción popular)
Salías
del templo un día llorona
Cuando
al pasar yo te ví,
Hermoso
güipil llevabas llorona
Que
la Virgen te creí
Todos
me dicen el Negro llorona
Negro
pero cariñoso,
Yo
soy como el chile verde llorona
Picante
pero sabroso.
¡
Ay! De mí llorona, llorona
Llorona
de ayer y hoy,
Ayer
maravilla fui llorona
Y
ahora ni sombra soy.
¡Ay!
De mí llorona, llorona
Llorona
llévame al río,
Tápame
con tu rebozo llorona
Que
ya me muero de frío.
¡Ay!,
de mí llorona, llorona
Llorona
tú eres mi chunca (pierna),
Me
quitarán de quererte llorona
Pero
de olvidarte nunca.
Yo
te soñaba dormida llorona
Dormida
te estabas quieta,
Pero
en llegando el olvido llorona
Soñé
que estabas despierta.
Dos
besos llevo en el alma llorona
Que
no se apartan de mí,
El
último de mi madre llorona
Y
el primero que te dí.
Si
porque te quiero quieres llorona
Quieres
que te quiera más,
Si
ya te he dado mi vida llorona
Que
más quieres, quieres más?
La
luna es una mujer llorona
Y
pobre el sol, el sol de España
Anda
que vela los montes llorona
Porque
la luna lo engaña.
No
sé qué tienen las flores llorona
Las
flores del camposanto,
Que
cuando las mueve el viento llorona
Parece
que están llorando.
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