viernes, 4 de septiembre de 2015

“Las campanas de Zapotlán”, de Sonia Trejo Mercado

Pedro Mariscal


Ciudad Guzmán, sobre su cabellera
De roja flor y forestal cultura,
Tiene un tañido de campana obscura,
 De campana segura y verdadera.

 Martino, tu amistad está en la altura
Como el tañido sobre la pradera,
 Y como está sobre la primavera
Temblando el ala de la harina pura.

De pan y primavera y campanada
Y de Ciudad Guzmán empurpurada
Por el latido de una flor segura,

Está Martino, tu amistad formada,
Agraria y cereal como una azada,
 Alta y azul como campana dura.


Pablo Neruda, soneto dedicado
a su amigo,  el Diputado
César Martino.


“Todo logro empieza con un sueño,
 yo soñé un libro lleno de reminiscencias
y cuando pierdo la esperanza
me pongo a recordar y escribo” .
( Sonia Trejo Mercado) 





Sean bienvenidos y bienvenidas a esta grata presentación del libro “Las Campanas de Zapotlán”, de nuestra amiga maestra, escritora,  poeta, coleccionista y promotora cultural,  Sonia Trejo Mercado.

Intuyo las razones que ponderó Sonia para considerarme como uno de sus invitados  a presentar su obra literaria. Quiero decir aquí que nos unen vínculos  extraordinarios: primero la amistad. Una amistad que data del 2004, época  en la que su servidor   conducía un programa cultural en la televisión local: TVZ, canal 10, con el Ing. Jorge Gómez Ramos.  Tiempo después participé en los Juegos Florales del Cupatitizio, en Uruapan Michoacán,  lugar en  donde la Maestra Sonia ejerció su profesión docente por 38 años y donde formó su familia y su patrimonio, al lado del Dr. Héctor López Barragán, finado.  En alguno de estos años fui invitado por Sonia, para fungir como Jurado de ese mismo certamen literario que ha cobrado importancia internacional, y que cuenta con una importante bolsa económica en premios para los poetas ganadores en las diversas categorías.

Otras circunstancias comunes son las siguientes: ambos (y todos los presentadores),  somos egresados de la Escuela Normal de Ciudad Guzmán, con una pequeña diferencia: Ella (y sus compañeros) pertenecen a  la 1° generación (1960- 1963), y su servidor a la 15° (76-80). A  la autora  y a mí,  nos atrae el gusto por la lectura y la escritura. De alguna manera los dos somos promotores culturales, con remuneración o sin ella, pero ejercemos el oficio. Sonia se arraigó en Urupan, Michoacán,  y se identificó con su gente, su cultura y sus costumbres, y aprendió a amar– como propia– a aquella tierra que le dio sustento, sin olvidar y sin dejar de amar el terruño que la vio crecer en su infancia y juventud.  Yo soy parte de esa misma circunstancia. En  39 años de radicar en Zapotlán el Grande, he aprendido a amar– como propia– esta generosa tierra que me ha dado sustento y la fortuna de formar a mi familia y mi patrimonio al lado de mi esposa, la Maestra  Delia González Gómez, también egresada del CREN (79-83). Gracias Delia  por acompañarme en esta hermosa aventura que ha sido nuestra vida.

Dice el filósofo  español José  Ortega y Gasset, en la que puede ser su frase más difundida: "El hombre es él y su circunstancia". Y la Maestra Sonia Trejo Mercado ha sabido adaptarse a ellas y obtener el máximo provecho de las circunstancias en las que le ha tocado desempeñarse. Ha trascendido a sus propias circunstancias y  ha honrado con su trabajo y con sus actividades culturales, el nombre de Zapotlán el Grande y el de Uruapan, Michoacán.

Después de este extenso proemio quiero retomar el asunto por el cual estamos  hoy aquí,  reunidos en esta Casa del Arte del Centro Universitario del Sur, de la Universidad de Guadalajara: “LAS CAMPANAS DE ZAPOTLÁN” nos han convocado hoy, por el sólo hecho de invocar  su nombre, aunque para tal efecto,  no haya habido tañido alguno.

Guillermo Jiménez en su obra “Zapotlán”, se deja subyugar por el sonoro tañido de  las campanas de su pueblo: Zapotlán…Tlán, tlán, tlán…¡ Las cinco de la mañana” Fue la misma campana que enamoró a Neruda, es la misma campana– y otras más–, las que Sonia evoca en su obra, las que lleva en su alma y en su corazón, y las que provocan que sus vastos recuerdos afloren vigorosos como si fuesen en el “ hoy mismo”, cuando pasan las cosas que vivió en su infancia y juventud.

Juan José Arreola, en su obra “La Feria”, hace alusión a las campanadas que indicaban el medio día y a la devoción y recogimiento con que doña Jesús las contaba, solo que a un tal Urbano, campanero del templo, se le pasaba el badajo por el sopor de la borrachera y daba toques  de más, hasta quedarse dormido debajo de la campana mayor. Yo, en mi pueblo, no me quedaba dormido; me quedaba aturdido de los repiques que con motivo de los bautismos daba junto con otro  compañero monaguillo,  metidos ambos  debajo de las campanas. Solo que aquellas carecían del “tañido de campana obscura”, como la  describe Neruda en su poema. Las de mi pueblo  eran agudas…, propicias para romper los tímpanos. 

Encontramos en el libro de Sonia una riqueza extraordinaria de recuerdos que brotan al tañido interior de sus Campanas de Zapotlán, esas campanas que nunca deja de escuchar la Maestra y que las lleva a donde quiera que va, y son esos recuerdos los que le salen al paso en cada noche, para ser escritos en el más absoluto de los silencios y en la más absoluta de las soledades: “Si estás solo, serás todo tuyo”, me ilustra mi amigo Víctor Manuel Pazarín, (escritor y poeta),  acerca de esta frase de Leonardo da Vinci. Y a su  tañido interno  las campanas evocan en  Sonia: olores, sabores, lugares, amistades, recetas de cocina, dichos y refranes, remedios caseros, juegos infantiles: unos populares y otros inventados al calor de la animosidad de sus  hermanos, hermanas  y primos; sus campanas le arrojan recuerdos de amores filiales y fraternos, las escuelas primarias en las que estudió y el nombre preclaro de sus maestros; uno de mucha influencia en su vida: el  Maestro Alfredo Velasco Cisneros.

No hay duda. Este libro es fruto del amor que profesa Sonia a su familia, concretamente a su  señora madre, Ma. Elena Mercado Carrazco y a su señor padre, Lic. Rodrigo Trejo Contreras; a sus hermanos y hermanas, a la constelación de Trejos y anexos: hijas, esposos y esposas, sobrinos y  sobrinas, nietas y una extensa pasarela de nombres que van conformando la microhistoria familiar desde la cual, se cuentan: el contexto social, económico y cultural de los años cincuentas y  sesentas.  El amor que le profesa nuestra autora a sus terruños queridos: El DF, donde nace; Zapotlán, donde crece y se forma;  y la ciudad de Uruapan, Michoacán,  donde se realiza como profesionista, madre de familia y mujer culta y trascendente, fundadora del Grupo Cultural Nezahualcóyotl ( 1995), e impulsora de los Juegos Florales del Cupatitzio. 

Nos entrega la autora sus más caros e íntimos recuerdos  y vivencias: su nostalgia de las cosas, de la Huerta de Trejo, tan querida y emblemática para ella, y tan familiar para mí, pues es el paso obligado para ir de mi domicilio al centro y viceversa. Lugar que disfrutamos con mis hijos y sus amigos, de las frescas aguas extraídas de su enorme noria. El estanque aquel en el que, en uno de tantos juegos, Sonia, te estuviste muchas horas en sus aguas hediondas y verdosas  para librarte del peligro de la asfixia, que según te habían dicho, provocarían los piquetes de las abejas… ¡Cuántos  atrevidos  juegos en aquella extensa huerta llena de misterios y escondrijos insospechados!

Rosa María y María del Sagrario hablaron con  Rosalío Trejo Pérez sobre la herencia de la huerta  y desde su habitación de enferma, la tía Aurora gritó:

Chalío…ya entrégales a esas muchachitas lo que les corresponde.
Los tíos han muerto y la herencia sigue en litigio por años y años más. ¿No podrá don Rodrigo Trejo Contreras, con sus habilidades de experto  litigante, deshacer ese entuerto desde el más allá?
“Hoy que estuve en el juzgado para ver cómo va el asunto de mis tierras, me enteré de un pleito que allí se ventila y que el juez de letras ha tomado como una chanza” (La Feria, J.J. Arreola)
Y volviendo a las evocaciones que provocan las sonoridades de  las campanas, Charles Baudelaire. (Poeta francés del siglo XIX), tiene un sentido poema (soneto), al que llamó: 

LA CAMPANA HENDIDA

En las noches de invierno es dulce y es amargo
 Escuchar, junto al fuego que palpita y humea,
Como se alzan muy lentos los recuerdos lejanos
Al rumor del tañido  que canta entre la bruma.

¡Feliz campana aquella de enérgica garganta
Que, pese a su vejez, conservada y alerta,
 Fielmente va  lanzando su grito religioso
Como un viejo soldado que vigila en su tienda!
…..

Sonia también nos comparte su dolor por la irreparable pérdida de sus seres queridos y elabora una extensa relación en el capítulo XVIII: POR QUIEN REDOBLAN LAS CAMPANAS, quizás recordando la novela de Ernest Hemingway (1940), quien toma el título de la obra "Meditación XVII” del  poeta metafísico John Donne.

…”La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntas por quién doblan las campanas: doblan por ti”.( John Donne.)

La relación de finados inicia con su madre, María Elena Mercado Carrazco; le siguen su padre, el Lic. Rodrigo Trejo Contreras y los parientes de él:   su concuña, su suegro, su cuñado, su hijo menor: Marco Antonio Trejo Mercado; su nieto, Rodrigo Trejo Silva; su yerno el Dr. Héctor López Contreras, esposo de Sonia… El día que redoblaron todas las campanas de todos los templos de Zapoltlán por la  muerte del Papa Bueno, Juan XXIII, el 3 de junio de 1963. El tañer de las campanas como mal presagio, ese tañer que solo ella escuchaba y era el aviso de que algo malo estaba por suceder.  

El dolor fluye y se alivia con la escritura. La escritura es un método para liberar angustias y liberarse del dolor y compartirlo con otros para que la carga sea menor. Esa es la táctica de nuestra autora: “La tarea más difícil en este mundo es pensar; pensar en la muerte sin temor, temerle a la vida que no se aprovecha. Vivir es el único lujo que no se puede comprar”, dice nuestra autora.

Sonia Trejo Mercado nos muestra, en un ejercicio exhaustivo de datos y datas, la vida de provincia, sobre todo de su Zapotlán de infancia y juventud, las costumbres pueblerinas de los años 50s y 60s; el olor de las calles, la sencillez de la gente, las amistades cercanas, y quién fuera su médico de cabecera, el Dr.  Juan José Elizondo Díaz, casi su vecino de la calle Colón No. 233,( donde hoy  se ubica la clínica Médica Zapotlán), señorial y amplia casona en donde Sonia compartió juegos, travesuras y sus primeros encuentros con las letras a través de la bien surtida biblioteca de su padre, el liberal Rodrigo Trejo Contreras, hombre culto y político avezado: fue Secretario del Ayuntamiento de Cd. Guzmán, Presidente Municipal de Puerto Vallarta ( 1959), Secretario del Ayuntamiento  de Zapotitlán de Vadillo y Juez de Primera Instancia en el juzgado de Tamazula,  Miembro del Escuadrón 201 y entrañable amigo del Lic. Juan Moisés Calleja García, Ex Director del ISSSTE.  Don Rodrigo Trejo fue cofundador de la Escuela Preparatoria de Cd. Guzmán. (pág. 147)  (Sonia lo recuerda siempre vestido con buen porte y llevando sobre su cabeza  su clásico sombrero TARDAN, una fina y elegante tejana).

Sonia, nos remite a las añoranzas de los tiempos idos. Nos muestra un mundo que no hace tanto tiempo era nuestro mundo,  y nuestros sus modos y sus costumbres; sus juegos y su catolicismo reverente; sus  inocentes creencias y sus miedos infundados:” si te portas mal, te llevará el coco”; sus románticas canciones entonadas a coro: “La Palma”, “Collar de Perlas”, “Fascinación”, etc. (pág. 44).

 Las familias generalmente eran numerosas. Las casonas eran amplias y altos sus techos y frescos sus patios y corredores; eran casas sustentables, había de todo: árboles frutales, plantas medicinales, animales domésticos,  un granero, y el cuarto de los “tiliches”, un verdadero museo se sitio, motivo de la imaginería infantil, y laboratorio de proyectos y construcciones para las nuevas travesuras infantiles.

Con su estilo directo y sencillo,  Sonia nos lleva de la mano a un viaje al pasado, al encuentro con las voces de otros tiempos. Hacemos el recorrido por las calles de Zapotlán y paseamos con ella por su amplia plaza un día de domingo: las mujeres dan vuelta en sentido inverso a los hombres: De esta manera ni un bello rostro se escapaba a la vista de los gañanes y las lindas señoritas sonreían a los apuestos jovenzuelos.

Nos lleva a  México, DF,  por el Barrio de Tepito; nos pasea  por Urupan,  Michoacán  y su Parque Nacional, nos presenta  su primera comunidad donde ejerció su profesión docente: Cheranguerán.   Sonia y su hermana Maricela son egresadas de la primera generación del CNR (60-63), junto con las hermanas Palafox: Yolanda y Aurora, (de brevísima cintura– de avispa–, de ojos verdes, muy guapas), José Fernando Covarrubias García, “El Capi Covarrubias”; Carlos Arrieta González, Cándida Montes Barragán, Graciela Moreno Leal   y tantos otros muchachos y señoritas  de aquella época que llegarían a ser reconocidos como grandes maestros y maestras de México.

 Hizo lo que muchos maestros de su tiempo: fundó escuelas, se emocionó cuando enseñó a leer a sus alumnos de primer grado, conoció a valiosos compañeros de trabajo con quienes hizo equipo y crecieron profesionalmente juntos,  participó en la política sindical y en la política civil, formó una familia y trascendió su obra por el compromiso social y cultural con el que ejerció la docencia.

“LAS CAMPANAS DE ZAPOTLÁN”, se ubica en el género literario conocido como  “Memorias”.  Emmanuel Carballo nos entrega un prolífico ejemplo de este género en su libro:” Ya nada es igual”, memorias 1929- 1953, Guadalajara, Jal;  y la Maestra Sonia hace lo propio en esta obra literaria que comenzó a escribir el 29 de enero del 2010, en Urupan, Michoacán y termina con su reciente impresión, el 7 de julio del presenta año,  en los talleres de Impresos “Rosita”, de la misma ciudad purépecha.

Dice el escritor Ernesto Sábato, que “ser escritor es estar siempre al borde de la vida, de mil vidas y vivirlas sin miedo de enamorarse o de morir en todas y cada una de ellas.”, y la maestra Sonia Trejo Mercado así lo muestra y demuestra en esta obra  que hoy, para fortuna de todos los que estamos aquí, presentamos y recomendamos su lectura, una lectura pausada para dejar fluir los recuerdos  que sus treinta capítulos y cuatro anexos, habrán de provocar– irremediablemente–, en nuestra imaginación.

En “Las Campanas de Zapotlán”, parafraseando a Sábato, nuestra escritora es “la primera emocionadísima persona  que se fija de manera especial, en la más gigantesca de las nimiedades, o en la más diminuta de las grandezas”. Es extremadamente meticuloso el trabajo de investigación de Sonia. Ella nos da “santo y seña” de los acontecimientos familiares, nombres, datos, parentescos, afinidades, amistades y sueños.

Otro criterio de Ernesto Sábato en relación al duro oficio del escritor es que, quien a ello se dedique, debe “ tener tripas suficientes para vivir los momentos más impactantes que le quepan vivir a una persona y no morir en el intento, pero cargar con su dolor o su alegría para siempre”, y eso es lo que hace Sonia. Ella  no cuenta únicamente los momentos felices, sino también  los momentos de dolor y frustración, de impotencia y añoranzas, la solidaridad familiar  con los primos huérfanos y la solidaridad social para sofocar un incendio. Sonia pasa de la nostalgia a la alegría de compartir su vida con sus seres queridos más cercanos en estos momentos: su hija Zulema y su nieta Sonia Adriana, a quienes he llamado, “El trío perfecto” (Abuela, hija y nieta).

Termina Sonia su libro relatando las  anécdotas de un recorrido minucioso por el cementerio municipal, por colonias y barrios de Zapotlán, por la Ventana Chata y los alrededores de la Huerta de Trejo, por calles céntricas y plazoletas, Nos cuenta sus descubrimientos, hallazgos y sorpresas que la vida tenía a buen resguardo para ella.

No es mi intención abundar en el contenido de este libro de memorias, más bien deseo despertar en ustedes la curiosidad por conocer y leer estas páginas y anexarle, con los recuerdos propios de ustedes, otros capítulos y otros anexos que la hagan más entrañable  y amorosa de lo que ya es.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 9 de septiembre de 1908 - Turín, 27 de agosto de 1950), escritor italiano, uno de los más importantes del siglo XX, señala que: “El trabajo del escritor es un trabajo solitario, quizá de los más solitarios junto al de farero  o al de encargado de mantenimiento de las antenas de telefonía del desierto de Gobi. Y quizá por ello sea tan difícil entender lo que es ser un escritor.
Gracias maestra Sonia Trejo Mercado por este enorme regalo que nos hace hoy a los zapotlenses. De sus noches de desvelo y soledad vamos a disfrutar un mundo de recuerdos que generosamente nos ha traído a su hermosa tierra. Me despido con una canción que a usted, según lo dicho en este libro, le gusta mucho: la llorona.
Muchas gracias y buenas noches.


LA LLORONA
(canción popular)

Salías del templo un día llorona
Cuando al pasar yo te ví,
Hermoso güipil llevabas llorona
Que la Virgen te creí

Todos me dicen el Negro llorona
Negro pero cariñoso,
Yo soy como el chile verde llorona
Picante pero sabroso.

¡ Ay! De mí llorona, llorona
Llorona de ayer y hoy,
Ayer maravilla fui llorona
Y ahora ni sombra soy.

¡Ay! De mí llorona, llorona
Llorona llévame al río,
Tápame con tu rebozo llorona
Que ya me muero de frío.

¡Ay!, de mí llorona, llorona
Llorona tú eres mi chunca (pierna),
Me quitarán de quererte llorona
Pero de olvidarte nunca.

Yo te soñaba dormida llorona
Dormida te estabas quieta,
Pero en llegando el olvido llorona
Soñé que estabas despierta.

Dos besos llevo en el alma llorona
Que no se apartan de mí,
El último de mi madre llorona
Y el primero que te dí.

Si porque te quiero quieres llorona
Quieres que te quiera más,
Si ya te he dado mi vida llorona
Que más quieres, quieres más?

La luna es una mujer llorona
Y pobre el sol, el sol de España
Anda que vela los montes llorona
Porque la luna lo engaña.

No sé qué tienen las flores llorona
Las flores del camposanto,
Que cuando las mueve el viento llorona
Parece que están llorando.



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