Ricardo Sigala
¿Cómo procede un país, un pueblo, una comunidad
académica, artística e intelectual ante un personaje que ha hecho
contribuciones importantes a su cultura?, ¿que ha puesto en alto el nombre de
su país por sus aportaciones y por el reconocimiento internacional que ha
adquirido por su obra? México tiene muchos ejemplos de personajes con estas
características, uno de ellos es Mario Bellatin. Nacido en 1960 es autor de
cuarenta títulos, algunos traducidos a quince idiomas, tiene en su haber, entre
ediciones, recopilaciones y traducciones ciento cuarenta libros publicados. Su obra ha merecido
reconocimientos tanto nacionales como internacionales, entre los que destacan
el Xavier Villaurrutia, al Barbara Gittinngs, el Antonin Artaud, el José María
Arguedas y la Beca Guggenheim. Además creó y dirigió la Escuela Dinámica de
Escritores. Una vida dedicada a la labor de pensar el mundo y de
reestructurarlo desde la ficción para intentar entender algo de él, es esta la
tarea de todo escritor. Cuarenta años de renuncia a diversos ámbitos de la vida
para realizar una obra, más que reconocida.
Bellatin
es además autor de una obra maestra, una novela titulada Salón de belleza que fue ubicada entre los mejores catorce libros
publicados en Latinoamérica en los últimos veinticinco años. Todo lo anterior
es un gran mérito pero, sin el ánimo de ser dramático, si agregamos que Mario
Bellatin fue un niño abandonado, que no tiene ninguna relación parental, que
nació sin un brazo y sólo puede usar un dedo para escribir, el mérito se multiplica
exponencialmente.
Yo
estoy orgulloso de Mario Bellatin, supongo que usted también, ese orgullo crece
cuando leo sus libros que resultan una experiencia en verdad especial. Sin
embargo este escritor se ha visto involucrado en una historia lamentable en
relación con la editorial Tusquets México, que en mayo pasado publicó la
edición conmemorativa de Salón de belleza
por su vigésimo aniversario, una edición que incluye un texto inédito pero que
fue publicada sin la autorización del autor; por medio de las redes sociales
Bellatin desconoció la edición y exigió a la editorial su retiro de las
librerías. No sólo fue ignorado por la editorial sino que el escritor fue
amedrentado por los abogados de Tusquets, Bellatin publicó el 29 de octubre un
comunicado en el que se refiere a las amenazas para que no denunciara los
atropellos porque “de inmediato moverán su maquinaria jurídica hasta destruirme
por completo”.
Originalmente
Bellatin no inició ningún pleito legal, sólo exigió el retiro de la citada
edición, sin embargo la editorial lo demandó; la semana pasada un juez le dio
la razón a Bellatin en varios puntos pero aún quedan varios pendientes. Resulta
llamativo que ante este atropello que ha llamado la atención del mundo
literario internacional, en México ha
pasado casi desapercibido, sólo tengo noticias de un artículo de Cristopher
Domínguez Michael en El Universal, en el que asegura haber pedido su versión a
la editorial, de la que obtuvo sólo la parca respuesta: “no tenemos
información”, y de Felipe Ponce, editor de la tapatía Ediciones Arlequín, quien
en sus redes sociales le ha dado la razón a Bellatin.
En
un país donde se habla cotidianamente, en los discurso oficiales, del estado de
derecho, en el país que asume las reformas como solución de nuestros problemas,
un país que insiste en los discursos contra la discriminación y por la defensa
de los derechos de las minorías y los discapacitados, un país que se detiene en
la honra que nos proporcionan nuestros artistas, pareciera que todo se queda en
palabras, discursos, apariencias, demagogia, parloteo, porque en nuestro país
siguen siendo víctimas las minorías por más exitosas que sean, por más que
hayan contribuido a nuestro engrandecimiento.
Mario
Bellatin pertenece a una minoría discapacitada y a una minoría artística
exitosa, pero a la vez pertenece a esa inmensa mayoría de mexicanos vejados por
los abusos laborales cotidianos, en los que la dignidad humana es pisoteada y
ante lo que penosamente nos hemos estado acostumbrando.
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