viernes, 25 de febrero de 2011

De vuelta al camino amarillo

José Luis Vivar

Algo tuvo en su momento el libro de L. Frank Baum, que en 1939 hizo a los productores de la  MGM realizar una película de género musical, la cual sin saberlo con el paso de los años se convertiría en una cinta de culto, no sólo por su argumento y su espectacular producción, sino por la magia que trasmiten sus inolvidables personajes, y esas gloriosas canciones.

El Mago de Oz es una historia dirigida en primera instancia al público infantil, que narra las aventuras de Dorothy Gale acompañada de su perro Toto, que tras ser arrancados de su casa por un fuerte huracán son conducidos a un lugar extraño en donde se topa con un trío peculiar, a la postre sus grandes amigos: un león cobarde, un espantapájaros estúpido y un hombre gruñón de hojalata. Aunque en apariencia no tienen nada en común, todos ellos tienen suficientes motivos para encontrar al misterioso Mago de Oz. La niña y el perro quieren  volver a Kansas; el león necesita valor; el espantapájaros un cerebro y el hombre de hojalata un corazón para tener sentimientos.

Sin embargo, seguir el camino amarillo que conduce al final del arcoíris no es fácil, y menos cuando se les presenta la  Bruja Mala del Este, haciéndoles la vida imposible. Entre canciones y divertidos personajes El Mago de Oz llega a convertirse en una odisea inolvidable; una fantasía que a sus setenta y dos años sigue  cautivando nuevos adeptos.

Ahora bien, su realización no fue nada fácil. Cuatro directores estuvieron antes de Victor Fleming. Las interminables discusiones en torno a los números musicales, aspectos de vestuario, y sobre todo dirección escénica hicieron que aquello fuese un infierno detrás de cámaras. La protagonista principal, una adolescente llamada Judy Garland –madre de la actriz Liza Minelli-, tuvo muchos contratiempos, e incluso se corrió el riesgo de que abandonara la producción, algo que muchos integrantes de la producción en su momento se negaron a aceptar.

Otros inconvenientes fueron los incómodos disfraces que debieron llevar Ray Bolger (el espantapájaros), Bert Lahr (el león) y de manera especial Jack Halley (el hombre de hojalata), cuyas calurosas prendas lo dejaban terriblemente agotado, inclusive un día sufrió un desmayo tras una agotadora secuencia de baile.

Otro grupo afectado fueron los actores y bailarines enanos, a pesar de que muchos de los escasos sobrevivientes han echado por tierra esta versión. No obstante, sus quejas estaban encaminadas por el maltrato que recibían por parte de los encargados de las coreografías. Si esto es cierto o falso, nada impide disfrutar su brillante participación en la película. 

Nuevas ediciones de lujo en DVD y Blue-Ray aparecen en el mercado. No es un producto comercial a secas, lo que sucede sin duda es que el camino amarillo nos sigue conduciendo hasta El Mago de Oz, ese mítico sitio donde los adultos vuelven a la infancia; y donde los nuevos visitantes, es decir los niños, quedan encantados para siempre, por eso en el futuro habrán de regresar una y otra vez.

Vale la pena volver a verla.

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