José Luis Vivar
En una carta fechada en Guadalajara el 12 de abril de 1907, el cineasta Salvador Toscano le dice entre otras cosas a su señora madre –quien entonces residía en la ciudad de México-, Refugio Barragán de Toscano:
“Por el sur de Jalisco…( )… Se acuerdan mucho de ti y todos quieren La Hija del Bandido. La verdad es que se necesita hacer una reimpresión, y así lo haré cuando salga de todos estos trabajos…()…El sábado mandaré unos avisos a Zapotlán de tus librito de cuentos para los niños, y lo anunciaré también en Zapotiltic y Tamazula, dando unos ejemplares para que puedan vender luego…” (Cineteca Nacional (1996). Correspondencia de Salvador Toscano 1900-1911. UNAM. México)
Aunque publicada veinte años atrás (1897), tenemos a la vista el testimonio de que esta novela seguía siendo de la preferencia de los habitantes de estos rumbos. No es entonces ninguna casualidad que ya desde lejanos días se estuvieran realizando reimpresiones -con o sin autorización de la autora-, de la muy conocida historia de María y Vicente Colombo.
Ahora bien, los mecanismos del éxito editorial que arrastra desde su publicación son en realidad un misterio. No es justo que todavía a estas alturas más de uno vea la obra con soslayo y argumente que se trate de una obra costumbrista, lo cual es cierto; sin embargo, eso no le quita los méritos indiscutibles que tiene entre las legiones de lectores que sigue cautivando.
Aunque muy el estilo de los “Bandidos de Río Frío” de Manuel Payno (publicada en 1857), donde precisamente una o varias gavillas de delincuentes hacen de las suyas, enfrentan a la justicia y surgen otras subtramas alrededor, “La Hija del Bandido” posee otros elementos estéticos que la hacen no sólo diferente, sino única en su tiempo: está escrita por una mujer. De hecho, como ya es sabido, se trata de la primera novela publicada en Latinoamérica por alguien del sexo femenino.
Pero más allá de las cuestiones de género -lo cual al igual que la moral, poco o nada importan cuando se trata de calidad literaria-, sin duda resalta la forma en que se cuenta esta historia. Quien narra lo hace de manera poética, pero también interviene en momentos decisivos, quizás para calmar o acelerar la angustia de quien está del otro lado del libro. O también para romper la delgada línea entre la ficción y la realidad. Cualquiera de las dos opciones son válidas para comprender algo que muchos autores literarios pasan a veces por alto: no descuidar al lector. Esto es, interesarlo, atraerlo y finalmente someterlo a su voluntad para que no descuide ni un solo momento lo que se está contando.
Quizás durante la gestación de su obra, doña Refugio estuviera más al pendiente de las dificultabas económicas y domésticas que enfrentaba con sus dos hijos. Siendo viuda es posible que el arte literario le ayudase a sobrellevar la pesada carga de trabajar y mantener un hogar. Pero también es cierto que el manejo de ese lenguaje –muy propio del siglo XIX-, la convirtieron sin darse cuenta, en una escritora de un best seller, porque después de 124 años “La Hija del Bandido” vuelve a la carga, dispuesta a competir con los autores regionales contemporáneos.
¡Es tiempo de celebrar otra edición!
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nueva edición de La Hija del Bandido
nueva edición de La Hija del Bandido
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