José de Jesús Juárez Martín
Raíces del legítimo orgullo podrían sustentarse en el origen, en el desempeño y la realización de algo digno acreedor de mérito. Este sentimiento lo experimento, sin duda con ribetes de autoestima elevada. Ser originario o habitar en esta población de Ciudad Guzmán en el corazón de Zapotlán el Grande, es auténtica vivencia de sensible bienestar, de singular orgullo porque el que reparte los dones quiso ser pródigo con este valle, una orografía envuelta en aroma fresco de resina de pinares enhiestos que limpia el ambiente y atormentados espíritus que libera.
Zapotlán, lugar y origen de dulces, jugosos y redondos frutos, dulces como primeras caricias maternales, jugosos como mezcal, como granada de los licores de la región, redondos como senos turgentes de expectante virgen.
Zapotlán, emporio del renovable numen. Chispa divina, principio de creación laboral, cultural, artística que alimenta cuerpos, pueblos y mentes tendiendo a inmortalizarlos por su quehacer, por su ser y su creación irrepetible, única al estilo jalisciense sureño.
Siento mi sangre mestiza correr por mí mente llenando de orgullo mi alma que anima mi mortal caminar en este valle de Zapotlán de privilegio que me recuerda mi primer valle: Valle de Guadalupe.
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