Jorge Mauricio Barajas Pérez
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón
murió el 13 de julio de 1954 en su casa estudio en Coyoacán, lugar donde
había nacido 47 años antes. Una de las más grandes pintoras de México,
cuya vida estuvo marcada por el sufrimiento y el dolor y que además tuvo una
relación con los médicos y la medicina si bien dolorosa, también vital.
En el pequeño pero significativo libro
de la gran crítica de arte Raquel Tibol recientemente fallecida, “Frida Kahlo
una vida abierta”, hace una descripción de la maravillosa artista mexicana como
sigue:
“¿Cómo era Frida? Era un reactor de alto
potencial que emitía descargas constantes. Conocía la vivencia más profunda de
eso que llamamos entusiasmo. Necesitaba la exaltación que se trenza con el
amor, la alegría y la verdad. Ornamentaba la verdad, la inventaba, la
desmenuzaba, la extraía, la provocaba; pero jamás la tergiverso. Era crédula; creía
en la gente, en su palabra, en su historia, en su posibilidad, en
sus sueños, en su calidad. Era celosa, celaba sus pasiones, su odio, su
singularidad. Hizo de sí misma un motivo de admiración para los demás. Si en
eso hubo vanidad, capricho, insolencia, nunca fue necia o soberbia. No conoció
la humildad porque no conoció la resignación. Frida es una paradoja definitiva
para ejemplificar el poder de la rebeldía ante el destino, del triunfo de
una actitud, de la belleza del ser consciente, de la voluntad tendida como
flecha contra un destino adverso”.
En 1946 la médica alemana Henriette
Begun, radicada en México desde 1942, realizó una historia clínica de Frida, en
la que puede leerse:
“Antecedentes personales 1910-1917:” (el
año de nacimiento en incorrecto, Frida siempre dijo haber nacido el año de
inicio de la Revolución Mexicana cuando en realidad había sido el 6 de julio de
1907) “nacimiento normal. Durante este periodo: sarampión, varicela, amigdalitis
frecuentes, desarrollo y peso normales.
1918: Golpe en pie derecho con un tronco
de árbol; a partir de entonces, atrofia ligera en pierna derecha con ligero
acortamiento y pie desviado hacia afuera. Algunos médicos diagnosticaron
poliomielitis, otro tumor blanco. Tratamientos: baños de sol y calcio. Sin
embargo la enferma hizo durante este tiempo vida normal, deportes, etc.
Mentalidad normal. No sintió dolores o molestias.
1926: (el accidente del que se habla a continuación
realmente ocurrió el 17 de septiembre de 1925) Accidente que produce: fractura
de tercera y cuarta vértebras lumbares, tres fracturas en pelvis, once
fracturas en pie derecho, luxación de pie izquierdo, herida penetrante de
abdomen producida por un tubo de hierro que entro por cadera izquierda saliendo
por el sexo, rompiendo labio izquierdo. Peritonitis aguda. Cistitis con canalización
por bastantes días. Encamada en la Cruz Roja por tres meses, la fractura de
columna paso desapercibida por los médicos hasta que la enferma fue atendida
por el doctor Ortiz Tirado, quien ordeno la inmovilización con un corsé de yeso
durante nueve meses. Cuando le quitaron el aparato llevo una vida “normal” pero
a partir de entonces tiene la sensación de cansancio continuo y a veces dolores
en la columna y pierna derecha, que no la dejaran ya nunca…”.
Es la inmovilización la que hace que
Frida Kahlo cambie su destino profesional. Cuando acudió a la Escuela
Preparatoria en la Ciudad de México, en el viejo barrio estudiantil del hoy
Centro histórico, lo hizo pensando en convertirse en médico, una profesión
que no cursaban muchas mujeres en esa época, fue en dicha Escuela Preparatoria
donde conoció al amor de su vida, el también pintor Diego Rivera.
La vida de la artista está marcada por
un entrar y salir de hospitales, consultorios y exámenes de laboratorio, la
historia clínica nos revela un enorme sufrimiento físico a pesar del cual pintó
con una sinceridad por demás dolorosa.
De noviembre de 1930 a junio de 1931 los
Rivera vivieron en San Francisco California, es ahí donde conoce al Dr. Leo
Eloesser, aunque hay autores que afirman que realmente se conocieron en
Cuernavaca en una de las visitas del prestigiado médico a nuestro país, como
haya sido, el Dr. Eloesser se convertiría en el asesor médico más
confiable para la artista además de un gran amigo para ella, en esa época
siguiendo la historia clínica de la Dra. Begun “aumenta el dolor del pie
derecho, aumenta considerablemente la atrofia en pierna derecha
hasta el muslo, se retraen los tendones de dos dedos del pie derecho,
dificultando mucho el caminar normalmente. El Dr. Leo Eloesser diagnostica
deformación congénita de columna, dejando como secundarias las causas del
accidente. Se toman radiografías que acusan escoliosis considerables y aparente
fusión de la tercera y cuarta lumbares con desaparición del menisco
intervertebral. Aparece una pequeña ulcera trófica en pie derecho…”.
Frida pintó un retrato del Dr. Leo Eloesser, en
agradecimiento por su amistad y consejo médico que tanto apreciaba. Fue pintado
en su casa en Leavenworth Street 2152, de pie de cuerpo completo, ligeramente
recargado sobre una mesa donde se puede apreciar un barco “de juguete”. El Dr.
Eloesser fue descrito como “un hombre bajo con el cuello como un pájaro, al
cual le gustaban los cuellos de camisa almidonados y altos, parecía un hombre
joven que se había vuelto viejo de repente y tocaba la viola de un modo
horrible…”
El barco sobre la mesa es un modelo de
un Schooner similar al que poseía el Dr. y que sacaba a navegar en la bahía de
San Francisco. Frida nunca había pintado un barco antes, por lo que preguntó a Diego como pintar las
velas. Le dijo “píntalas como quieras”, las pinto planas y con rebordes y
unidas al mástil con anillos como cortinas. Frida llamó al barco los
tres amigos en clara alusión al Dr. Eloesser, a Diego Rivera y a ella misma. El
nombre del barco fue pintado en el cuadro.
Regresa a México, nunca deja de pintar y muchos de sus cuadros reflejan el dolor y el sufrimiento que en carne propia sentía. Que puede ser más grande que la sinceridad del padecimiento en la redención del arte, que puede ser más propio que el dolor de uno mismo representado en una pintura. En 1939 es atendida por el Dr. Farrill en México, de quien hablaremos en otra oportunidad, se le aconseja realizar operación de Albee, incluso el propio Dr. Albee por carta aconseja lo mismo. El Dr. Eloesser se opone a dicha intervención y es trasladada a principios de 1940 de nuevo a San Francisco, California, donde se le da reposo absoluto, sobrealimentación, prohibición de bebidas alcohólicas ( las cuales ingería en grandes cantidades), electroterapia, calcioterapia. Se restablece un poco y vuelve a realizar su vida más o menos normal, que en el caso de Frida era salir, pasear, divertirse, vivir… .
En agradecimiento por el tratamiento que
estabilizó su condición, pinto un autorretrato para él. La dedicatoria
inscrita en una banderola en la parte inferior dice: “Pinté mi retrato en el
año de 1940 para el Doctor Leo Eloesser, mi médico y mi mejor amigo. Con todo
mi cariño, Frida Kahlo”. Los pendientes o aretes que lleva fueron un
regalo de Pablo Picasso, el cual conoció mientras estaba en París. La mano en la
inscripción así como los pendientes, hacen referencia a lo que en México se
llama “milagros”. Milagros son piezas hechas de cera o marfil con la forma del
cuerpo humano que la persona quiere sea curada, y se deja en los altares del
santo al que rezan. El collar de espinas alrededor de su cuello es un
recordatorio del dolor del cual el Dr. Eloesser la liberó. Fue él quien más
tarde convenció a Diego Rivera de que se reconciliarán y se casara con Frida
por segunda vez.
El Dr. Leo Eloesser moriría en 1976 y la
pintura siempre estuvo en su poder, en 2007 se publicó un libro
“Querido Doctorcito, Frida Kahlo y Leo Eloesser. Correspondencia”, en dicha
publicación se recogen las cartas escritas por ambos entre 1931 y
1951 y es ahí donde se constata la relación tan cercana y afectiva que hubo
entre el médico y su paciente, relación de amistad de cordialidad que perduró
hasta la muerte de la artista.
SEGUNDA PARTE
Magdalena
Carmen Frida Kahlo Calderón murió el 13 de Julio de 1954, a los cuarenta y
siete años en su casa estudio de Coyoacán, actualmente dicha casa estudio es un
santuario a donde acuden todos los interesados en la vida y obra de esta
extraordinaria, única y singular mujer.
Siguiendo
con nuestra publicación de la semana pasada sobre la relación de los médicos en
la pintura de Frida Kahlo, hemos visto que su vida estuvo plagada de una serie
de padecimientos provocados por el trágico accidente del 17 de
septiembre de 1925 cuando solo contaba con 18 años y que le mantuvieron el
resto de sus casi 30 años bajo la tutela de médicos y
enfermeras, Raquel Tibol , la más experta crítica de arte y quién vivió en la casa azul de Coyoacán por algún
tiempo antes de la muerte de Frida, recoge en su magnífico libro “Frida Kahlo
Una Vida Abierta”, la historia médica que le realizó en 1946 la médica alemana
Henriette Begun, ahí nos dice que:
“1931: En
San Francisco, California, es reconocida por el Dr. Leo Eloesser…en esa época
aumenta el dolor en el pie derecho, aumenta considerablemente la atrofia en
pierna derecha hasta el muslo, se retraen los tendones de dos dedos del pie
derecho, dificultando mucho el caminar normalmente. El Dr. Leo Eloesser”… (Quien
llegaría a ser su médico de cabecera, confidente y gran amigo)"diagnóstica
deformación congénita en columna, dejando como secundarias las causas del
accidente. Se toman radiografías que acusan escoliosis considerables y aparenta
fusión de la tercera y la cuarta lumbares con desaparición del menisco
intervertebral…”.
“1932: En
Detroit, es atendida por el doctor Pratt del Hospital Henry Ford, del segundo
embarazo (cuatro meses), habiendo tenido un aborto espontáneo a pesar de
recurrir al reposo y varios tratamientos…” La relación de la vida obstétrica de
Frida y la pintura es todo un tema para otra posible publicación.
“1939: A
finales de este año tiene dolores intensísimos en la columna vertebral.
Atendida en México por el doctor Farrill, la deja en reposo absoluto, con peso
de veinte kilogramos para extensión de columna. La visitan varios especialistas
aisladamente; todos aconsejan operación de Albee. El Dr. Leo Eloesser se
opone…”.
Es
en este año de 1939, cuando conoce por primera vez al Dr. Juan Farrill, en la
siguiente década Frida estará en manos de varios de los mejores especialistas
de México en Ortopedia, como el propio Dr. Farrill y el Dr. Velasco Zimbrón,
sin dejar de tener contacto con el Dr. Leo Eloesser de quien confiaba para todo
respecto a su situación médica y personal.
En
un singular ensayo firmado por Réka M. Cristian titulado “Culturas de
Identidad: las imágenes en movimiento de Frida Kahlo”, la especialista analiza
la película “Frida” de
Julie Taymor, y dentro de este contexto realiza aseveraciones sobre la relación
de los médicos con la Frida paciente, nos dice por ejemplo que “ las breves
tomas de la cinta solo aluden crípticamente a la relación verdadera, múltiple
de largo tiempo y muy intensa entre la paciente protagonista y los médicos…la
figura del padre también está intrínsecamente ligada a estos hombres ya que fue
su determinación, dada la enfermedad de Frida, la que trajo a los médicos a la
casa de los Kahlo. La relación de Frida con sus médicos representa elementos
similares a la relación de la protagonista con su padre e indirectamente señala
un proceso primordial del sentimiento de transferencia…”continua más adelante
“la cinta evita centrase en el nexo problemático entre Frida y sus médicos, así
como profundizar en el tema de la trasferencia freudiana del amor, que a
impregnado la relación galeno paciente en el caso de la artista mexicana…”.
En
el ensayo de Annette Ramírez de Arellano y Servando Ortoll titulado “The Art of Being (A)
Patient” especifican el trasfondo de estas relaciones sobre la vida artística
de Frida Kahlo como paciente involucrada, en el artículo los autores escriben
acerca del síndrome del barón de Munchausen que abunda en los síntomas
sicosomáticos histéricos que parecen haber impregnado la relación excéntrica de
Frida con sus doctores. El síndrome consiste en que la paciente se involucra
sentimentalmente con los médicos que la curan y que mantiene una dependencia
física con su galeno.
En 1951,
Frida fue intervenida quirúrgicamente por el Dr. Juan Farrill, el eminente
médico mexicano fue todo un especialista en el área de la Ortopedia y
Traumatología, jefe del Departamento de Ortopedia de la Universidad México,
tenía en esa época 49 años, 5 más que su paciente. Le realizó una serie de
siete operaciones en la columna vertebral, Frida permaneció hospitalizada
durante 9 meses en el Hospital en la Ciudad de México, en noviembre por fin se
sintió con ánimos de pintar y el resultado fue un autorretrato dedicado al Dr. Farrill.
“Estuve enferma durante un año, siete operaciones…y el Dr. Farrill me salvó…”
escribió en su diario. El hecho de que dio crédito al Dr. Farrill como su
salvador explica el hecho de que la pintura fue realizada como un
"ex-voto" o retablo. En la pintura el Dr. Farill aparece en el lugar
en que normalmente lo haría un santo y Kahlo como la desgraciada
victima que a sido salvada. Frida confinada a una silla de ruedas, pinta con su
propia sangre utilizando su corazón como una paleta… quizá su manera de decir
que pinta desde el fondo de su corazón. Los pinceles que sostiene fuertemente
en su mano parecen más instrumentos quirúrgicos o flechillas. Esta pintura así
como las realizadas en agradecimiento al Dr. Leo Eloesser guardan una cierta
similitud, con la hermosa pintura de Francisco de Goya y Lucientes, en su
“Autorretrato con el Dr. Arrieta”.
Un
dato por demás curioso del "Autorretrato con el retrato del Dr. Farill". En
dicho óleo Frida se pintó con un huipil zapoteco de lujo de Yalalag, con
aplicación de trencilla y flecos de artisela en hilo morado y una falda en
tafeta de seda, dicho atuendo, forma parte de la colección de vestidos y
atuendos que aún hoy se están conservando y catalogando, la publicación en
2007, del lujoso libro “El ropero de Frida”, dio a conocer la extraordinaria
historia de estas vestimentas, la calidad de sus telas y costuras, lo artesanal
de su indumentaria. Resguardados en el interior de un baño de la casa estudio de
Frida Kahlo, sobrevivieron a rasgaduras, roturas, descocidos y manchas de
origen orgánico e inorgánico, envuelto en un olor extraño, mezcla de humedad,
polvo, medicinas y tiempo por cinco décadas, como lo exponen en la introducción
de dicha publicación, las autoras del libro.
En 1952,
Frida viajó a ciudad de Puebla para restablecerse, ahí fue atendida por el Dr.
Rafael Mendívil, alumno del Dr. Farill y en quien confiaba plenamente para dar
seguimiento al tratamiento de la artista mexicana, la pintora se sintió
bien cuidada por el joven profesional de 37 años y demostró una gran confianza
en él como médico, dibujándole en agradecimiento una mano con lápices de
colores, dedicada y que dice: “La mano de Frida Kahlo para el Dr. Mendívil
cariñosamente y por la paz dentro de la Cirugía”.
Dos años
después los restos mortales de la extraordinaria artista mexicana serían
velados en el Palacio de Bellas Artes, el más grande recinto cultural del país,
el cortejo fúnebre sería presidido por el gran muralista y su
compañero de vida, Diego Rivera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario