jueves, 16 de julio de 2015

Los médicos en la pintura de Frida Kahlo

Jorge Mauricio Barajas Pérez



Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón murió el 13 de julio de 1954 en su casa estudio en Coyoacán, lugar donde había nacido 47 años antes. Una de las más grandes pintoras de México, cuya vida estuvo marcada por el sufrimiento y el dolor y que además tuvo una relación con los médicos y la medicina si bien dolorosa,  también vital.


En el pequeño pero significativo libro de la gran crítica de arte Raquel Tibol recientemente fallecida, “Frida Kahlo una vida abierta”, hace una descripción de la maravillosa artista mexicana como sigue:

“¿Cómo era Frida? Era un reactor de alto potencial que emitía descargas constantes. Conocía la vivencia más profunda de eso que llamamos entusiasmo. Necesitaba la exaltación que se trenza con el amor, la alegría y la verdad. Ornamentaba la verdad, la inventaba, la desmenuzaba, la extraía, la provocaba; pero jamás la tergiverso. Era crédula; creía en  la gente, en su palabra, en su historia, en su posibilidad, en sus sueños, en su calidad. Era celosa, celaba sus pasiones, su odio, su singularidad. Hizo de sí misma un motivo de admiración para los demás. Si en eso hubo vanidad, capricho, insolencia, nunca fue necia o soberbia. No conoció la humildad porque no conoció la resignación. Frida es una paradoja definitiva para ejemplificar el poder de la rebeldía ante el destino, del triunfo de una actitud, de la belleza del ser consciente, de la voluntad tendida como flecha contra un destino adverso”.

En 1946 la médica alemana Henriette Begun, radicada en México desde 1942, realizó una historia clínica de Frida, en la que puede leerse:

“Antecedentes personales 1910-1917:” (el año de nacimiento en incorrecto, Frida siempre dijo haber nacido el año de inicio de la Revolución Mexicana cuando en realidad había sido el 6 de julio de 1907) “nacimiento normal. Durante este periodo: sarampión, varicela, amigdalitis frecuentes, desarrollo y peso normales.

1918: Golpe en pie derecho con un tronco de árbol; a partir de entonces, atrofia ligera en pierna derecha con ligero acortamiento y pie desviado hacia afuera. Algunos médicos diagnosticaron poliomielitis, otro tumor blanco. Tratamientos: baños de sol y calcio. Sin embargo la enferma hizo durante este tiempo vida normal, deportes, etc. Mentalidad normal. No sintió dolores o molestias.

1926: (el accidente del que se habla a continuación realmente ocurrió el 17 de septiembre de 1925) Accidente que produce: fractura de tercera y cuarta vértebras lumbares, tres fracturas en pelvis, once fracturas en pie derecho, luxación de pie izquierdo, herida penetrante de abdomen producida por un tubo de hierro que entro por cadera izquierda saliendo por el sexo, rompiendo labio izquierdo. Peritonitis aguda. Cistitis con canalización por bastantes días. Encamada en la Cruz Roja por tres meses, la fractura de columna paso desapercibida por los médicos hasta que la enferma fue atendida por el doctor Ortiz Tirado, quien ordeno la inmovilización con un corsé de yeso durante nueve meses. Cuando le quitaron el aparato llevo una vida “normal” pero a partir de entonces tiene la sensación de cansancio continuo y a veces dolores en la columna y pierna derecha, que no la dejaran ya nunca…”.

Es la inmovilización la que hace que Frida Kahlo cambie su destino profesional. Cuando acudió a la Escuela Preparatoria en la Ciudad de México, en el viejo barrio estudiantil del hoy Centro histórico, lo hizo pensando en convertirse en médico, una profesión que no cursaban muchas mujeres en esa época, fue en dicha Escuela Preparatoria donde conoció al amor de su vida, el también pintor Diego Rivera.

La vida de la artista está marcada por un entrar y salir de hospitales, consultorios y exámenes de laboratorio, la historia clínica nos revela un enorme sufrimiento físico a pesar del cual pintó con una sinceridad por demás dolorosa.

De noviembre de 1930 a junio de 1931 los Rivera vivieron en San Francisco California, es ahí donde conoce al Dr. Leo Eloesser, aunque hay autores que afirman que realmente se conocieron en Cuernavaca en una de las visitas del prestigiado médico a nuestro país, como haya sido, el Dr. Eloesser se convertiría en el asesor médico más confiable para la artista además de un gran amigo para ella, en esa época siguiendo la historia clínica de la Dra. Begun “aumenta el dolor del pie derecho,  aumenta considerablemente la atrofia en pierna derecha hasta el muslo, se retraen los tendones de dos dedos del pie derecho, dificultando mucho el caminar normalmente. El Dr. Leo Eloesser diagnostica deformación congénita de columna, dejando como secundarias las causas del accidente. Se toman radiografías que acusan escoliosis considerables y aparente fusión de la tercera y cuarta lumbares con desaparición del menisco intervertebral. Aparece una pequeña ulcera trófica en pie derecho…”.

Frida pintó un  retrato del Dr. Leo Eloesser, en agradecimiento por su amistad y consejo médico que tanto apreciaba. Fue pintado en su casa en Leavenworth Street 2152, de pie de cuerpo completo, ligeramente recargado sobre una mesa donde se puede apreciar un barco “de juguete”. El Dr. Eloesser fue descrito como “un hombre bajo con el cuello como un pájaro, al cual le gustaban los cuellos de camisa almidonados y altos, parecía un hombre joven que se había vuelto viejo de repente y tocaba la viola de un modo horrible…”
El barco sobre la mesa es un modelo de un Schooner similar al que poseía el Dr. y que sacaba a navegar en la bahía de San Francisco. Frida nunca había pintado un barco antes,  por lo que preguntó a Diego como pintar las velas. Le dijo “píntalas como quieras”, las pinto planas y con rebordes y unidas al mástil  con anillos como cortinas. Frida llamó al barco los tres amigos en clara alusión al Dr. Eloesser, a Diego Rivera y a ella misma. El nombre del barco fue pintado en el cuadro.

Regresa a México, nunca deja de pintar y muchos de sus cuadros reflejan el dolor y el sufrimiento que en carne propia sentía. Que puede ser más grande que la sinceridad del padecimiento en la redención del arte, que puede ser más propio que el dolor de uno mismo representado en una pintura. En 1939 es atendida por el Dr. Farrill en México, de quien hablaremos en otra oportunidad, se le aconseja realizar operación de Albee, incluso el propio Dr. Albee por carta aconseja lo mismo. El Dr. Eloesser se opone a dicha intervención y es trasladada a principios de 1940 de nuevo a San Francisco, California,  donde se le da reposo absoluto, sobrealimentación, prohibición de bebidas alcohólicas ( las cuales ingería en grandes cantidades), electroterapia, calcioterapia. Se restablece un poco y vuelve a realizar su vida más o menos normal, que en el caso de Frida era salir, pasear, divertirse, vivir… .

En agradecimiento por el tratamiento que estabilizó su condición, pinto un autorretrato para él. La dedicatoria inscrita en una banderola en la parte inferior dice: “Pinté mi retrato en el año de 1940 para el Doctor Leo Eloesser, mi médico y mi mejor amigo. Con todo mi cariño, Frida Kahlo”. Los pendientes o aretes que lleva fueron un regalo de Pablo Picasso, el cual conoció mientras estaba en París. La mano en la inscripción así como los pendientes, hacen referencia a lo que en México se llama “milagros”. Milagros son piezas hechas de cera o marfil con la forma del cuerpo humano que la persona quiere sea curada, y se deja en los altares del santo al que rezan. El collar de espinas alrededor de su cuello es un recordatorio del dolor del cual el Dr. Eloesser la liberó. Fue él quien más tarde convenció a Diego Rivera de que se reconciliarán y se casara con Frida por segunda vez.

El Dr. Leo Eloesser moriría en 1976 y la pintura siempre estuvo en su  poder, en 2007 se publicó un libro “Querido Doctorcito, Frida Kahlo y Leo Eloesser. Correspondencia”, en dicha publicación se recogen las cartas escritas  por ambos entre 1931 y 1951 y es ahí donde se constata la relación tan cercana y afectiva que hubo entre el médico y su paciente, relación de amistad de cordialidad que perduró hasta la muerte de la artista.

SEGUNDA PARTE


Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón murió el 13 de Julio de 1954, a los cuarenta y siete años en su casa estudio de Coyoacán, actualmente dicha casa estudio es un santuario a donde acuden todos los interesados en la vida y obra de esta extraordinaria, única y singular mujer.

Siguiendo con nuestra publicación de la semana pasada sobre la relación de los médicos en la pintura de Frida Kahlo, hemos visto que su vida estuvo plagada de una serie de padecimientos  provocados por el trágico accidente del 17 de septiembre de 1925 cuando solo contaba con 18 años y que le mantuvieron el resto de sus casi 30 años bajo la tutela de médicos y enfermeras,  Raquel Tibol , la más experta crítica de arte  y quién vivió en la casa azul de Coyoacán por algún tiempo antes de la muerte de Frida, recoge en su magnífico libro “Frida Kahlo Una Vida Abierta”, la historia médica que le realizó en 1946 la médica alemana Henriette Begun, ahí nos dice que:

“1931: En San Francisco, California, es reconocida por el Dr. Leo Eloesser…en esa época aumenta el dolor en el pie derecho, aumenta considerablemente la atrofia en pierna derecha hasta el muslo, se retraen los tendones de dos dedos del pie derecho, dificultando mucho el caminar normalmente. El Dr. Leo Eloesser”… (Quien llegaría a ser su médico de cabecera, confidente y gran amigo)"diagnóstica deformación congénita en columna, dejando como secundarias las causas del accidente. Se toman radiografías que acusan escoliosis considerables y aparenta fusión de la tercera y la cuarta lumbares con desaparición del menisco intervertebral…”.

“1932: En Detroit, es atendida por el doctor Pratt del Hospital Henry Ford, del segundo embarazo (cuatro meses), habiendo tenido un aborto espontáneo a pesar de recurrir al reposo y varios tratamientos…” La relación de la vida obstétrica de Frida y la pintura es todo un tema para otra posible publicación.

“1939: A finales de este año tiene dolores intensísimos en la columna vertebral. Atendida en México por el doctor Farrill, la deja en reposo absoluto, con peso de veinte kilogramos para extensión de columna. La visitan varios especialistas aisladamente; todos aconsejan operación de Albee. El Dr. Leo Eloesser se opone…”.

Es en este año de 1939, cuando conoce por primera vez al Dr. Juan Farrill, en la siguiente década Frida estará en manos de varios de los mejores especialistas de México en Ortopedia, como el propio Dr. Farrill y el Dr. Velasco Zimbrón, sin dejar de tener contacto con el Dr. Leo Eloesser de quien confiaba para todo respecto a su situación médica y personal.
En un singular ensayo firmado por Réka M. Cristian titulado “Culturas de Identidad: las imágenes en movimiento de Frida Kahlo”, la especialista analiza la película “Frida”  de Julie Taymor, y dentro de este contexto realiza aseveraciones sobre la relación de los médicos con la Frida paciente, nos dice por ejemplo que “ las breves tomas de la cinta solo aluden crípticamente a la relación verdadera, múltiple de largo tiempo y muy intensa entre la paciente protagonista y los médicos…la figura del padre también está intrínsecamente ligada a estos hombres ya que fue su determinación, dada la enfermedad de Frida, la que trajo a los médicos a la casa de los Kahlo. La relación de Frida con sus médicos representa elementos similares a la relación de la protagonista con su padre e indirectamente señala un proceso primordial del sentimiento de transferencia…”continua más adelante “la cinta evita centrase en el nexo problemático entre Frida y sus médicos, así como profundizar en el tema de la trasferencia freudiana del amor, que a impregnado la relación galeno paciente en el caso de la artista mexicana…”.

En el ensayo de Annette Ramírez de Arellano y Servando Ortoll  titulado “The Art of Being (A) Patient” especifican el trasfondo de estas relaciones sobre la vida artística de Frida Kahlo como paciente involucrada, en el artículo los autores escriben acerca del síndrome del barón de Munchausen que abunda en los síntomas sicosomáticos histéricos que parecen haber impregnado la relación excéntrica de Frida con sus doctores. El síndrome consiste en que la paciente se involucra sentimentalmente con los médicos que la curan y que mantiene una dependencia física con su galeno.
En 1951, Frida fue intervenida quirúrgicamente por el Dr. Juan Farrill, el eminente médico mexicano fue todo un especialista en el área de la Ortopedia y  Traumatología, jefe del Departamento de Ortopedia de la Universidad México, tenía en esa época 49 años, 5 más que su paciente. Le realizó una serie de siete operaciones en la columna vertebral, Frida permaneció hospitalizada durante 9 meses en el Hospital en la Ciudad de México, en noviembre por fin se sintió con ánimos de pintar y el resultado fue un autorretrato dedicado al Dr. Farrill. “Estuve enferma durante un año, siete operaciones…y el Dr. Farrill me salvó…” escribió en su diario. El hecho de que dio crédito al Dr. Farrill como su salvador explica el hecho de que la pintura fue realizada como un "ex-voto" o retablo. En la pintura el Dr. Farill aparece en el lugar en que normalmente lo haría un santo y  Kahlo como la desgraciada victima que a sido salvada. Frida confinada a una silla de ruedas, pinta con su propia sangre utilizando su corazón como una paleta… quizá su manera de decir que pinta desde el fondo de su corazón. Los pinceles que sostiene fuertemente en su mano parecen más instrumentos quirúrgicos o flechillas. Esta pintura así como las realizadas en agradecimiento al Dr. Leo Eloesser guardan una cierta similitud, con la hermosa pintura de Francisco de Goya y Lucientes, en su “Autorretrato con el Dr. Arrieta”.

Un dato por demás curioso del "Autorretrato con el  retrato del Dr. Farill". En dicho óleo Frida se pintó con un huipil zapoteco de lujo de Yalalag, con aplicación de trencilla y flecos de artisela en hilo morado y una falda en tafeta de seda, dicho atuendo, forma parte de la colección de vestidos y atuendos que aún hoy se están conservando y catalogando, la publicación en 2007, del lujoso libro “El ropero de Frida”, dio a conocer la extraordinaria historia de estas vestimentas, la calidad de sus telas y costuras, lo artesanal de su indumentaria. Resguardados en el interior de un baño de la casa estudio de Frida Kahlo, sobrevivieron a rasgaduras, roturas, descocidos y manchas de origen orgánico e inorgánico, envuelto en un olor extraño, mezcla de humedad, polvo, medicinas y tiempo por cinco décadas, como lo exponen en la introducción de dicha publicación, las autoras del libro.

En 1952, Frida viajó a ciudad de Puebla para restablecerse, ahí fue atendida por el Dr. Rafael Mendívil, alumno del Dr. Farill y en quien confiaba plenamente para dar seguimiento al tratamiento de la artista mexicana, la pintora se sintió bien cuidada por el joven profesional de 37 años y demostró una gran confianza en él como médico, dibujándole en agradecimiento una mano con lápices de colores, dedicada y que dice: “La mano de Frida Kahlo para el Dr. Mendívil cariñosamente y por la paz dentro de la Cirugía”.

Dos años después los restos mortales de la extraordinaria artista mexicana serían velados en el Palacio de Bellas Artes, el más grande recinto cultural del país, el cortejo fúnebre sería presidido por el  gran muralista y su compañero de vida, Diego Rivera.





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