José Luis Vivar
A diferencia de Juan Rulfo, cuya obra ha
sido llevada a la pantalla con buenos y mediocres resultados, poca ha sido
explorada la creatividad literaria de Juan José Arreola para convertirla en
proyectos cinematográficos. Aunque no se puede negar que por allí existen
algunas versiones de algunos cuentos como el Guardagujas, en honor a la verdad
no son trabajos memorables, sino simples experimentos o adaptaciones literarias
que no convencen.
En el libro Confabulario, uno de los mejores del autor, existen varias
historias que podrían llegar a convertirse en cortometrajes, dado que son
cuentos imaginativos y muy bien logrados tanto en su lenguaje como en su
estructura literaria, lo cual permite establecer claras secuencias
cinematográficas, amén de una libertad visual para enriquecer cada texto.
Uno de mis favoritos es Parábola del Trueque, cuya premisa es la
siguiente: un mercader llega a un pueblo -¿una antigua Ciudad Guzmán?-, para
realizar con los hombres un curioso canje sus viejas esposas por mujeres
jóvenes rubias y perfectas. A manera de psicosis colectiva, y en evidente estado
de excitación sexual, la totalidad de los caballeros le toma la palabra y
efectúa el cambio, excepto el personaje principal quien se niega entregarle a
Sofía –cuyo significado es Sabiduría-, a pesar de la insistencia de ellas
misma. Al cabo de un tiempo las damas empiezan a perder los atributos físicos,
empezando por la piel dorada que se les cae a pedazos, dejando ver las
imperfecciones reales.
Furiosos, los
hombres se van del pueblo en busca del charlatán, aunque nunca hablan de
recuperar a sus esposas, se interpreta que buscan vengarse por haberlos
engañado. El protagonista padece los reproches de Sofía quien lo considera un
cobarde. Para hacer más grande su desgracia el pueblo se ha quedado vacío, y él
vive la más terrible de las soledades.
Visualmente este
cuento muestra dos escenarios en un pueblo: la casa del protagonista y el
pueblo donde se desarrolla el fraude del mercader. Ambos espacios permiten
enriquecer la historia, con personajes excitados (los esposos), acompañados de
mujeres decadentes (sus esposas) y como telón de fondo el pueblo -podría ser un casco de hacienda como La
Cofradía-, piltrafas humanas que atestiguan el cruel trato con ese mercader
–cuyo aspecto puede ser desde un émulo de Dandy inglés, hasta un gitano
merolico-, acompañado de un enano como asistente.
La casa del
protagonista –un hombre de entre 30 y 35 años-, debe ser oscura, con escaso
mobiliario, dándole un aspecto de abandono, de tristeza. En cuanto a Sofía,
ella estaría representada por una actriz de edad avanzada aunque con la belleza
propia de esas mujeres que han envejecido con dignidad. El aplomo de su
carácter contrastaría con el pusilánime de su marido.
Todo esto aunado
al conflicto que viven los hombres del pueblo, cuando en plena vía pública son
testigos de cómo sus hermosas adquisiciones empiezan a perder el brillo de su
piel y blondas cabelleras para transformarse en grotescas criaturas. Criaturas
que aúllan su desgracia por su aspecto y por ver alejarse a sus hombres que se
unen para ir en contra del mercader, debiendo soportar las burlas de los
miserables que les rodean, a manera de coro de tragedia griega, recalcándoles
su estupidez.
Ver al
protagonista vagar por las calles solitarias del pueblo lamentando su
indecisión, no por haber hecho cambalache con su mujer, sino por no atreverse a
abandonar ese lugar que en todo momento lo hacía sentir menos. A él lo que
menos le interesa es la moraleja que como toda parábola presenta: no todo lo
que brilla es oro, el que mucho abarca poco aprieta, entre otras.
Lo que se debe
presentar en esta obra de cine de manera intrínseca es la gama de emociones que
se manifiestan en la trama, sobre todo la envidia. Cada hombre pelea por tener
a la mejor en su casa. Además de la extraña actitud de la pareja. Quizás la
libertad de Sofía por librarse del yugo de la vida marital, y la indecisión del
personaje que nunca se atreve a enfrentar la mediocridad de esa relación.
Parábola del Trueque es una historia
que espera ser llevada a la pantalla; aunque desde luego es un reto para la
imaginación, pero vale la pena realizar un cortometraje para delicia de quienes
admiramos al eterno Maestro de la Palabra: Juan José Arreola.
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