lunes, 28 de septiembre de 2015

Pa´l "face", para la Historia. Arreola en la rotonda

Ricardo Sigala


El 21 de septiembre se trasladaron a la Rotonda de los jaliscienses ilustres los llamados “restos mortales” de Juan José Arreola. Los actos protocolarios no dejaron pasar la oportunidad para poner en juego ese viejo mecanismo en que los políticos se ubican a sí mismos en primer plano con el supuesto objetivo de homenajear a alguien que casi siempre queda desterrado en calidad de ruido de fondo. Eso es normal. Algo también normal fueron los desatinos en las declaraciones y los discursos.  No señores, Arreola no es equivalente ni del tequila ni del mariachi, se trató siempre de un ciudadano, y esta cosificación discursiva, este desliz lingüístico, desde luego que habla mucho del sentido que tienen para los políticos estos homenajes. Pero quizás el disparate más generalizado que se dijo y se escribió, y aquí se incluyen sociedad en general, periodistas, escritores e intelectuales, fue que estábamos asistiendo a un gran logro de Juan José Arreola y que era objeto de una gran dignidad.



            Disiento de esta declaración. Para comenzar, Arreola es un jalisciense ilustre desde hace varias décadas, desde que a mediados del siglo XX comenzaron a aparecer sus libros que con paciencia y constancia fueron sorprendiendo a propios y extraños, por la autenticidad de su palabra, su agudeza mental, su humor a veces dolorido, su imaginación prodigiosa y su deslumbrante inteligencia. El autor de Confabulario arribó  a las más altas cumbres de la literatura de su tiempo, y por si fuera poco se dedicó a hacer una encomiable tarea de formación de escritores y de lectores. Se equivocan los que piensan que un decreto de los legisladores lo ha convertido en ilustre, ¿el logro de Arreola fue que lo declararan un jalisciense ilustre? La respuesta es no, de eso se encargó él mismo y lo dejaron claro personalidades de la talla de Borges y Cortázar que escribieron páginas de admiración y reconocimiento para nuestro hombre de letras. 

            El otro punto controversial es considerar también un homenaje yacer en la rotonda de los jaliscienses ilustres. No niego que no lo sea, sin embargo en la rotonda hay casi cien personajes, de los cuales muchos son “ilustres”, entre comillas, un porcentaje altísimo resultan totalmente desconocidos, ni quiera la Wikipedia cuenta con estradas para sus nombres.  Aún más, existen ahí restos de personas que tienen un rastro de sangre en su haber, otros que representan los  momentos más oscuros del sindicalismo charro y la corrupción (todos casos de persona ilustre por decreto de los legisladores, no por sus obras).  Afortunadamente también se encuentran grandes individuos que por su innegable trayectoria artística, científica o política dignifican el sitio, muchos de éstos seguro pueblan el Nobile Castello al que arriba Arreola. Ustedes conocen esos nombres.

           
Hace unos días Antonio Lobo Antunes declaró en una entrevista al diario El País, en España que no son los premios los que dan prestigio, sino los escritores los que le dan prestigio a los premios. Yo considero que en este caso, y dudo que alguien piense diferente, miles de personas en México y en el extranjero ahora saben que existe una rotonda en Jalisco derivado de la reciente incorporación de Arreola a ella.  


Con esta circunstancia es un hecho que la presencia de Juan José Arreola, este jalisciense, ilustre por sus méritos y no por un decreto, se convierte en un gran logro para la dignificación de la Rotonda de los Jaliscienses ilustres, y desde luego un logro  de los políticos que no dejaron pasar la oportunidad tomarse la selfie para el face, mientras que años atrás Arreola ya se había tomado esa foto para la historia.

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