lunes, 28 de septiembre de 2015

Los cuentos también cuentan

José Luis Vivar





Hace apenas unos días en la Casa del Arte de esta ciudad, se presentó al escritor Óscar Solano García que con su obra Los echamos de menos, resultó ganador de la XIV edición de Cuento “Juan José Arreola”, organizado por la UdeG. Además del monto económico recibido -$100 mil pesos-, este autor pasa a formar parte de la élite de autores que con sus cuentos han enaltecido la figura y la trayectoria del inolvidable juglar guzmanense.



Y aunque se anunció que la presentación del libro ganador será en el marco de la FIL, queda claro que al igual que sus antecesores la divulgación de dicha obra será limitada. Es decir, solo unos cuantos lectores tendrán acceso a esas historias. Y no precisamente por falta de promoción sino por lo difícil que resulta colocar libros de cuentos en el mercado editorial.

Según informes de editores y libreros de México, Estados Unidos, España y otros países, la reina de las ventas es la novela. No importa que sea un auténtico ladrillo, o se trate de una trilogía que en su totalidad sume más de tres mil páginas. Sin lugar a dudas la novela ha sido y será el género que más lectores atrae. Y aunque los libros de cuentos se siguen publicando en todo el mundo, es un hecho que no logran competir en cuanto a ejemplares vendidos.

Pero independientemente de la polémica generada, curiosamente la realidad que vivimos en Ciudad Guzmán es que muy parecida a lo antes señalado, en el sentido de la escasa o nula promoción de los cuentos que escribió Arreola. Y si esto no fuese convincente basta ver cómo entre muchos lectores resulta siempre más conocida La Feria –novela-, que Bestiario, Palindroma o Confabulario, por citar unos cuantos ejemplos.

El interés no es gratuito, la mencionada obra puede verse cuando menos en tres  diferentes niveles. Uno es el mosaico de anécdotas y personajes de esta población. Otro es el referente a la estructura literaria con que su autor desarrolla el conjunto de diversas tramas. Y uno más son sus valores históricos, estéticos y lingüísticos en que interactúan sus fascinantes personajes. En pocas palabras se trata de una obra de arte.  

Pero aún con todo esto, los cuentos de Arreola son de una verdadera riqueza literaria, una muestra de talento imaginativo que nada le piden a otros autores universales. De hecho, varios de ellos recibieron en su momento elogios por parte de autores como Jorge Luis Borges o el mismo Octavio Paz. Por desgracia, ni en su propia tierra natal se les conoce.

Conviene aclarar que la escasa promoción de esas historias cortas –como se refieren los literatos estadounidenses a los cuentos-, no es responsabilidad de una institución u organismos en particular sino de todos los sectores de la sociedad dedicados a la promoción de la lectura.

Hace falta que se conozcan más los cuentos de Arreola, pero no solo en abril, mes del libro, o en septiembre, cuando se celebra su natalicio; hace falta que exista en los programas de lectura, en las escuelas, y que de manera constante se ofrezcan ciclos dedicados a sus libros.

La figura del escritor guzmanense no debe quedar en el cliché o en el lugar común de Hombre Ilustre o figura de bronce. No es necesario. Hace rato que él brilla con su propia luz, por  su talento, por su obra, por su ejemplar trayectoria como arquitecto de la palabra –que no retórico-, por haber sido maestro de escritores y de lectores. 

Aunque dejó obras para teatro, sus cuentos –tal y como lo señalé en otra entrega-, pueden ser llevados a la pantalla, cierto, pero también a los salones de clases, a las casas, o a donde la gente pueda conocer cada una de esas historias celebradas en otros lugares menos en su ciudad natal. 


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