jueves, 17 de septiembre de 2015

Vila Matas, un excéntrico ejemplar

Jesús Vargas




La premisa con la que cualquier lector debe acercarse a la literatura de Vila Matas es: saber que el escritor español no se aviene con una escritura canónica. Suele decirse –dentro de la crítica literaria– que en Latinoamérica el escritor precisa ser anticanónico; o, entre otras acepciones de lo anterior, subversivo ante la literatura de su contemporaneidad. Quizás excéntrico, palabra con la que Sergio Pitol definió a Enrique Vila Matas cuando este último preguntó la razón por la que su obra era bien recibida por los lectores de nuestro país. Y es cierto, Pitol no erraba. Vila Matas es un escritor raro, inclasificable, extrañamiento que –quizá– le ha otorgado prestigio en nuestro continente y, al mismo tiempo, desprecio en su país.



Enrique Vila Matas –el más latinoamericano de los escritores españoles– nació en Barcelona en 1948. Se autoexilio, durante su juventud, del régimen franquista –imperante por aquel entonces en España– y del hogar familiar, motivado con la ilusión de convertirse en escritor. Viajó a Francia –según la costumbre literaria de esa época– y se hospedó, a causa de uno de esos ”azares de la literatura” que tanto asombraron a Juan Rulfo, en una propiedad de la eximia escritora francesa Marguerite Duras. Su obra, traducida a 29 idiomas, ha consistido en mayor medida de novelas, cuentos y ensayos. Inauguró su carrera con “Mujer en el espejo contemplando el paisaje” (1973), después publicó “La asesina ilustrada” (1977) y más tarde “El viaje vertical” (novela ganadora del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos). En 2002 su obra “El mal de Montano” –novela de investigación conformada por obsesos de literatura, sistema a la inversa de “Bartleby y compañía” (2001) en donde los protagonistas son escritores con la característica de negarse a seguir escribiendo– recibió el Premio Herralde de Novela. En su haber literario constan más de una treintena de libros. Seis de ellos, volúmenes de cuentos. Entre los cuales destaca “Suicidios Ejemplares” donde, como el título indica, el leit motiv que da unidad al libro es el suicidio.
“La literatura no enseña medios prácticos sino posiciones” dice Vila Matas cuando se le pregunta sobre el objetivo –según su concepción– de la literatura. “Al escritor sólo le queda narrar las historias que nos rodean desde un punto de vista muy personal” y este quizá sea el motivo por el cual en su obra –casi siempre contada en primera persona– nos regala una visión particular –cargada de ironía, imaginación y libertad– del mundo. “Suicidios Ejemplares” es una evidencia de lo anterior. Rosa Schwarzer vuelve a la vida, narra la historia de una gris dependienta de museo que un día cualquiera comienza a escuchar –proveniente de una pintura– cierto sonido de invitación al país de los suicidas;  Las noches del Iris Negro, relato magistral desde el punto de vista estructural, relata la relación amorosa entre un hombre recién divorciado y una joven desahuciada durante su estancia en una urbe –Port del Vent– donde una misteriosa secta de filósofos –con vocación estoica– ha fraguado, en complicidad y desde tiempos remotos, un plan para quitarse la vida periódicamente, de acuerdo a fechas prefijadas; El arte de desaparecer, nos muestra como un tímido escritor –una especie de alter ego– intenta –pero no lo consigue y esto conlleva un desenlace indeseado– evitar que su obra literaria salga a la luz debido a las miserias de su “especie de interminable y falsificado chisme sobre mí mismo”; o sea, sus escritos. Cabe decir que en este cuento el autor imagina una ciudad inexistente –recurrente en su narrativa– llamada Umbertha. La atmósfera de indiferencia ante la muerte de algunos de los seres que deambulan estas páginas provoca una sensación inquietante en el lector. Por otra parte, la ardua reflexión de otros incita a pensar en la faceta intelectual de este fenómeno tan temido y mal visto –y a la vez tan poco analizado– por sus ingenuos acusadores. El narrador –en un acto inteligente– no emite juicios, aunque el tema es peligroso, sino que delega esa labor al lector. Desconsuelo, vidas indignas y, en algunos relatos, vidas superficialmente exitosas que osan dejar de ser, son varios de los componentes de este gran libro de cuentos.


En la escritura de Vila Matas, la división entre vida y literatura, entre realidad y ficción se ha eliminado. Nos movemos libremente en cada uno de los espacios, más que confundidos, divertidos y estimulados. Este acierto, aunado a otras tantas virtudes en su obra, le ha granjeado el merecido reconocimiento –dado sus muchos premios, como el reciente Premio FIL por su obra completa– del que actualmente goza. Esperemos y Vila Matas, no deje de publicar –emulando a sus bartlebys– ni, mucho menos, tome la trágica o, a veces, salvadora decisión de los personajes de este libro. 

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