José de Jesús Juárez Martín
I Generalidades
El conflicto armado que se vivió como lucha fraterna de los años de 1926 a 1929 entre los católicos y el Gobierno Federal, fue ignorado por la Historia oficial desde siempre hasta los años ochenta. Esta dolorosa y trágica experiencia fue conservada por la tradición oral, la cultura popular, el recuerdo de los protagonistas y quienes fueron testigos de una lucha encarnizada con todas las consecuencias de una rebelión cercana en nuestra geografía, sufriendo la sociedad civil la prepotencia de los grupos que transitaban por los lugares patrios donde se desató la violencia.
“Cada quién habla de la feria, como le va” es dicho que refleja los testimonios diferentes de los de los eventos vividos, porque la realidad es compleja y como protagonistas o testigos, sólo vivimos una parte de ella. Tal como el registro de esta “Guerra cristera”, denominada así por el grito de animación de los combatientes católicos que proclamaban con “voz en cuello” ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva Santa María de Guadalupe! Como cierre de arenga.
II ANTECEDENTES
Un conflicto bosquejado desde 1857 con la libertad de creencias de la Constitución liberal, porque se interpretó como ataque a la unidad religiosa de México, en 1860 las leyes de Reforma se incorporan a la Carta Magna y el Estado reivindica la primacía ante la Iglesia, con ello la secularización de la administración pública se proclama laica, legalmente el estado por la constitución será la suprema autoridad, autoridad erigida en juez. La Teoría del Derecho no avala a alguna parte en la controversia para ser juez y parte.
La revolución mexicana tuvo aspectos nobles de reivindicaciones sociales, también llevó entre los caudillos anticlericalismos, ambiciones de poder, ansias económicas que impulsaron todo el proceso revolucionario. El objetivo primero de la lucha era terminar con la dictadura porfirista y el segundo el “sufragio efectivo”; en un año renunció don Porfirio y se exilio, las elecciones de 1911 fueron de triunfo arrollador de Don Francisco I. Madero, pero no llegó la paz. Fue cuando se descubren las motivaciones vitales, los campesinos con Emiliano Zapata continuaron la lucha, ahora contra Madero porque no llegaba el reparto agrario, los jefes militares que detentaban las armas y tenían la estructura forzaban las situaciones para ser beneficiados. La traición de Victoriano Huerta a Madero y Pino Suárez después del asesinato de ambos, llevó un grito de legalidad y justicia por el país y a todos los mexicanos.
III LOS GOBIERNOS DE LA REVOLUCIÓN
De Coahuila, Don Venustiano y su ejército se suma a la revolución, y solo es un dicho, porque polariza intereses y divide; eran indispensables los acuerdos de los revolucionarios, y la Convención de Aguascalientes pretendió encontrar soluciones.
Formalmente elegido Don Eulalio Ríos, pero sin poder material desató las pasiones, los sueños, anhelos, ambiciones tienen un rumbo, conquista el poder a futuro, Don Venustiano convoca el Congreso en Querétaro en 1916 y aunque se buscaban reformas acordes a los tiempos, surge la Constitución de 1917 con un articulado desconocido en las legislaciones contemporáneas: educación para todos. Laica, obligatoria y gratuita; una ejemplar y humanitaria legislación que regulaba las relaciones de trabajadores y empresas, declaraciones nacionalistas de la propiedad del suelo, subsuelo, recursos naturales, mar territorial, plataforma continental y hasta espacios aéreos. La Revolución tuvo a la mano el marco jurídico para pacificar, para reivindicar, para gobernar, pero los generales se consideraban imprescindibles y continuó la lucha encarnizada, así fueron asesinando, embocando. Con las muertes de Zapata, Carranza, Pancho Villa, Obregón, y muchos otros, no hubo poder de facto con legalidad y los razonamientos y la lucha continuó con ajustes sangrientos que cancelaban la paz del país.
Venustiano Carranza, trató con mensura los asuntos de la Iglesia e interviene en Jalisco para que regrese el Arzobispo Francisco Orozco y Jiménez. En el camino hacia el poder, sus tropas incendiaron templos, cometieron robos y atropellos a sacerdotes y religiosas y el neologismo “carrancear” significó robar. Al Gral. Álvaro Obregón, Presidente 1920 1924, le sucede Plutarco Elías Calles, jefe revolucionario, Presidente de la República con su severa reglamentación al culto y servicios religiosos de 18 millones de mexicanos pretendía que se cubrieran por disposiciones legales con un puñado de 305 sacerdotes. Falacia de atención por el reducido número de sacerdotes para la grey católica.
En el poder los jefes militares quedaron como gobernadores de Estados liberados, y como dictadores sugerían leyes inadmisibles: Misa sólo la dominical y que no se celebraran Misas de difuntos; que no se conservara el agua en las pilas bautismales, sino que se diera el bautismo con agua que sale de las llaves; que no se administrara el sacramento la penitencia, sólo a los moribundos en voz alta y delante de un representante del Gobierno. (López Beltrán 35).
En tiempo del gobierno del general Obregón los ataques armados se sucedieron; una bomba frente al arzobispado de México; se izaron banderas de la revolución bolchevique sobre las catedrales de México y Morelia y un empleado de la secretaría del Presidente hizo estallar una bomba al pie del altar de la Virgen de Guadalupe, cuya imagen quedó intacta; fue expulsado Mons. Philippi, Delegado Apostólico que bendijo la primera piedra en el Cerro del Cubilete para el monumento a Cristo Rey.
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