Chile ha
vivido en las últimas décadas fenómenos literarios que constituyen una
reconfiguración de escenarios caracterizados por el exilio, nuevas estéticas
como en el caso de la llamada Neovanguardia, así como por el retrato
testimonial, la nueva novela histórica, la eclosión de la escritura de mujeres
y una narrativa renovada, dijo Marcela Prado Traverso, escritora chilena, a
estudiantes y académicos del Centro Universitario del Sur.
En su
conferencia titulada “Literatura chilena de las últimas décadas: hitos,
autores, obras”, la autora se refirió a la ruptura del arte de su país como
“Neovanguardia”, que caracterizó como un progreso a partir de las crisis social
y económica vivida en el país sudamericano en el siglo XX.
Marcela
Prado habló de la censura a los contenidos literarios, así como de la diáspora
de intelectuales y escritores y el exilio. Los ejemplos de estas acciones de
dispersión de figuras de las letras chilenas afectadas por los cambios sociales
y políticos son los relatos testimoniales de José Miguel Varas, autor de Piquinini y La perra; Adolfo Cozzi, con Estadio nacional y Chacabuco;
Carlos Cerda con Morir en Berlín;
Isabel Allende y De amor y de sombra;
Hernán Valdés con Tejas verdes;
José Leandro Urbina, Cobro revertido;
Ana María del Río, Tiempo que ladra
y Roberto Bolaño con Estrella distante.
La
escritora detalló los recursos desarrollados por el Colectivo Acciones de Arte
(CADA) en el que las escritoras mujeres jugaron un papel fundamental al generar
innovadores espacios de reflexión acerca de temas políticos coyunturales y
otros temas de interés como la sexualidad, el autoritarismo, lo doméstico, las
políticas de lo cotidiano y la identidad de género.
Este
fenómeno, caracterizado en la década de 1990, cobijó la eclosión de mujeres
escritoras que en el contexto político de reflexión subterránea del poder
condesado en los 80, así como en la recuperación democrática que generó una
maduración de los estudios de género.
Las
escritoras que destacaron en este movimiento fueron Ana María del Río, Pía
Barro, Teresa Calderón, Carmen Berenguer, Paz Molina, Eugenia Brito, Sonia
Montecino, Sonia González y en una época posterior, Alejandra Costamagna y
Andrea Maturana.
La
también coordinadora de la Comisión Interdisciplinaria de Estudios de Género de
la Universidad de Playa Ancha en Valparaíso destacó el trabajo de Diamela Eltit
quien además de innovar en la escritura chilena al hacer una propuesta teórica,
estética, social y política desde un nuevo escenario literario, también
desarrollo una labor visual al interior del CADA.
El punto de
partida de la nueva novela histórica Prado Traverso lo ubicó en 1979 con la
publicación del libro El arma y la sombra del narrador cubano Alejo Carpentier,
con el referente de Cristóbal Colón hecho ficción. Otros ejemplos
latinoamericanos de esta tendencia son el también cubano Antonio Benítez Rojo
con El mar de las lentejas (1979), La guerra del fin del mundo (1981) del
peruano Mario Vargas Llosa; Los perros del paraíso (1983) del argentino Abel
Posse; Noticias del Imperio (1989) de Fernando del Paso; Martes tristes (1985)
del chileno Francisco Simón entre otras.
De forma
particular abordó la obra de Roberto Bolaño cuya narrativa fue impecable en la
forma de escritura que se complementó de forma excepcional con el fondo
reflexivo político. Su obra, dijo Prado Traverso, ofrece una visión crítica de
las sociedades latinoamericanas, en particular a la cultural, la literatura,
los sistemas de poder que “ensalzan o entierran” las posturas oficialistas con
un discurso crítico que en ocasiones incluye el humor, el sarcasmo, la
autocrítica y la ironía.
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