Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar
En memoria al maestro filósofo Roberto García Correa
Cualquier labor que lleve al mejoramiento material de
nuestra ciudad será siempre bien avalado por la comunidad, siempre y cuando esa
obra pública no sea motivo de malversación de fondos y sí para el bienestar para
el ciudadano. En estos días los que somos
transeúntes por las calles céntricas de nuestra Zapotlán, nos damos cuenta que
hay una importante obra pública que se viene llevando a efecto, es la
repavimentación de la importante arteria vial de Cristóbal Colón. A pesar de todo eso,
vemos la calle cerrada con
importante maquinaria de la construcción. Pero lo que más nos causa impresión
es ver las calles abiertas con montones
de tierra y profundas excavaciones como si
fuera un cuerpo humano abierto en una plancha de un nosocomio.
La abundante tierra y polvo que se desparrama es causa de ciertos
trastornos, porque los pisos de las casas se ensucian más fácil y el calzado del
caminante se opaca más rápidamente. Otra percepción que es más espiritual y que
es inconsciente, dado nos hace remitir a la profundidad de nuestro ser, son aquellas palabras bíblicas: “Polvo somos
y en polvo nos hemos de convertir” –reflejo de nuestra condición frágil y
efímera-.
Pero todo los trastornos,
impresiones y demás que causa esta importante obra, que es útil y necesaria,
bien vale como se dice: “la pena” porque mejorará las condiciones y el aspecto
de esta importante arteria y por ende de la ciudad. Esto me hace pensar en
aquella conferencia, que se ha vuelto un referente en algunos estudios de la
antropología filosófica, donde el maestro filósofo español José Ortega y Gasset
impartiera en la universidad alemana de Baden-Baden, poco después de la Segunda
Guerra Mundial, donde es invitado a un congreso de Ingenieros y arquitectos que
buscan analizar y partir para la reconstrucción de la Alemania de posguerra.
Eran momentos donde aquella nación teutona vivía las secuelas de la destrucción
que había sido hasta sus cimientos por la confrontación bélica. Ortega al presentarse en aquella celebre
apertura ante aquel público. En su discurso el filósofo les dice: “Les voy a
contar un mito, el mito es este”. En épocas anteriores a nuestra actual, cuando
los monos vivían en zonas donde podían se atacados por los depredadores, los
monos tuvieron que elegir zonas pantanosas como hábitat, donde la topografía
del suelo los protegiera de los ataques de las fieras. Cuando aquellos monos
habitaban en aquella zona entre los árboles, cundió una epidemia de paludismo,
la cual les causó como secuela de la enfermedad en aquellos changos, que la
parte posterior del cráneo y el cerebro se les hinchara, lo que eso conforme pasó el tiempo fue
evolucionando y dio como efecto que el mono empezara a utilizar mucho como
herramienta para sus propias necesidades la mano, y con ello se volviera
técnico, posteriormente homo sapiens o
sea el hombre como lo conocemos ahora.
Esta
importante ejemplificación que hizo el maestro Ortega y Gasset de la evolución
a pesar de las grandes dificultades y retos que se le presentaban a la
animalidad (los monos), y que de eso la consecuencia fue buena –importante-. Lo
fue como reflexión para los ingenieros y arquitectos alemanes con respecto a
las condiciones existentes en aquella Alemania de posguerra y su posterior
reconstrucción. Hoy a nosotros los vecinos zapotlenses de esa importante
arteria de Colón, que a pesar de las molestias causadas por la obra el día de mañana podremos ver el beneficio
que traerá la misma, porque la calle será más cómoda, estética y funcional.
Enhorabuena a todos.
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