martes, 28 de octubre de 2014

El ser y hacer en el contexto educativo

J. Jesús Juárez Martín


Hay lecturas que traen  luminosidad especial, mueven las facultades humanas con motivación para continuar el camino, que aunque largo, el horizonte distante se encuentra  al frente con visión policroma y  promesa armónica.



Me obsequiaron un opúsculo de veintena de páginas, media carta y desde el título, “El ser y el hacer… en el contexto evangélico” y el  inicial epígrafe: “La verdad y la ley natural implican la universalidad” atrajeron mi  atención y fue prioridad  terminar su lectura, al avanzar  en ella, como recorrido tenían sus diversos mensajes, la aseveración de premisas fundamentales compartidas por el autor y yo, lector, eran una perspectiva de avance   recreativo, sin embargo al interiorizar los silogismos de un texto secuenciado, regresaba a retomar el aroma de pertinencia intelectual,  realidad y esencia vital.  Manifiesto que creí, que en su apartado 10 “Matrimonio y familia: Proyecto de Dios”, llegaba al culmen, que los finales 9 apartados, serían glosa de esta realidad meridiana para la comunidad como el ADN de ella misma, porque la familia sólo si se recicla en su primigenia vocación, regalará la esperanza de una mejor humanidad avistando, disfrutando  la felicidad en su reconstrucción familiar, esencial para  el género humano  con  la alegría de la buena nueva: “El Padre nos ama”. 

Actualmente somos testigos como el matrimonio y familia son objetivos de ataques y hay estados que se ufanan de la modernidad al crear leyes que ponen en riesgo  la familia y hasta suplantan su misión, porque “Nuestros proyectos… no son siempre los proyectos de Dios”.

El número 12 analiza: “El rol de los educadores” asevera que ellos deben respetar, valorar promover y sentar bases para garantizar la integridad de los educandos, sin ignorar el derecho inalienable de los padres de familia de elegir la clase de educación para sus hijos de acuerdo a sus convicciones morales, culturales y religiosas. Afirma que la Conferencia episcopal tiene el “pulso” de la vida nacional en sus diversos órdenes, especialmente en el campo educativo, pues la formación es primordial a la Iglesia, al Estado, no en forma contraria o contradictoria, sino de colaboración porque a mejores fieles, mejores ciudadanos.

La educación, es un proceso social complejo con que la comunidad propone  a las nuevas generaciones sus valores, formas de vida,  tecnología, lengua,  cultiva sus proyectos para una vida mejor de las generaciones que se educan y construyen conocimientos, formas de convivencia, de producción, organización social de acuerdo a principios morales, éticos que proponen las agencias educadoras, en especial, la familia, el estado y la iglesia…

La Conferencia episcopal  da algunas propuestas. 1ª - Recuperar la centralidad de la persona que implica respeto y trascendencia, para no perdernos en perspectivas sectarias, protagónicas, qué nos alejen de la prioridad personal de cada educando. 2ª - Asegurar una educación integral y de calidad para todos, al decir todos, entiendo, una reeducación, actualizarnos en los objetivos educacionales los que nos sentimos ya formados, porque todos educamos y deseducamos, según sea la calidad de acciones que realizamos,  socialmente son ejemplos de comportamientos. 3ª- Educar en la verdad y en la libertad, para promover la paz. La falta de fidelidad a la verdad ha entorpecido nuestra historia, que muestra verdades oficializadas antes que apegarse a la verdad histórica, tendientes a apoyar el régimen  sin honrar la verdad histórica. 4ª - “Reconocer el papel fundamental de la familia” y sus derechos naturales, sin atropellos. Hay la aceptación a que el estado  sostenga la rectoría de la educación, pero primero es  “reconocer, antes de otorgar” el derecho inalienable de los Padres de Familia para educar.

“Es preciso dejar de ser profesor… hay que aspirar a ser maestro” 5ª propuesta: Hacer de toda instancia eclesial y de toda acción  pastoral un servicio educativo, porque la visión de los obispos visualizan la panorámica de la educación, campo privilegiado para que las generaciones nuevas se nutran de los valores evangélicos desde su tierna edad. La escuela es espacio estupendo, formidable para la educación en la fe, si de verdad la educación pretende ser integral. 6ª-”Lograr que la escuela y los educadores encuentren caminos para el cumplimiento de su misión”. Camino trazado, sólo falta acceder a él para transitar por él. Indispensable, no sólo profesionalización, sino desde la profundidad  vocacional. El profesor cultiva diversas competencias, y el maestro lo hace desde el testimonio de su vida como testigo de verdad, de orden, justicia, sin llegar a ser “piedra de escándalo, sino de edificación” 7ª- Propiciar que los medios de comunicación sean instrumentos y no fines. 

Siempre hay que jerarquizar ¿Hasta dónde son creíbles las poderosas  “redes sociales?” ¿Tendrán ética y moralidad adecuadas para la formación. 8ª-“Promover la colaboración del gobierno y de la sociedad para una nueva acción educativa”. Que los alumnos, las familias perciban que los profesores aman su profesión, y su prioridad es la educación sobre todo. 9ª- “¿Para qué sirve la libertad de enseñar… si no somos capaces de enseñar a ser libres? En 1921, José Vasconcelos Calderón, como Secretario de Educación Pública, logró una revolución educativa: “la alfabetización de la población”.

  Marcó criterios, entusiasmó con sus acciones y ejemplo, sin duda que implementó capacitación y los resultados de cuatro años fueron excelentes. Con la actual tecnología… ¿cuánto bien se logrará en los cuatro años que le quedan al sexenio? Y 10ª- propuesta para los católicos: “Mirar a Cristo y a María como sentido y plenitud del proyecto educativo de la Iglesia”. Porque Cristo es “plenitud de verdad”. La educación no puede ir transitando fuera de la verdad, de la verdad histórica del país y de los acontecimientos. 

Finalmente manifiesto mi gozo profundo por la lectura de este pequeño libro del Pbro. José Oceguera Méndez, me permití comentar  la parte  relacionada directamente con la educación, porque no podemos ignorar que marginalmente somos educadores en el contexto comunitario, nadie puede sustraerse de este hecho y es mejor reconocerlo para dejar un mejor testimonio.



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