Óscar Mata
A principios de
1975, Benjamín Wong Castañeda, director de El
Sol de México, invitó a Juan José Arreola a escribir una nota diaria para
la sección editorial del periódico. Fue un verdadero reto para el maestro, que
se caracterizó por ser un escritor adusto, parco, con las palabras que
utilizaba en sus escritos perfectamente dosificadas y medidas, exactamente lo
contrario de lo que acontecía con el Juan José Arreo la oral. En efecto, la
actitud de Arreola ante el lenguaje cambiaba radicalmente, en ciento ochenta
grados, cuando pasaba de una de sus manifestaciones a la otra. Uno era el artesano
de la frase, el orfebre que pulía sus textos, en su inmensa mayoría breves;
otro, el profesor universitario o el comentarista de televisión que hablaba y
hablaba, siempre con amenidad y sapiencia, e invariablemente dejaba algún tema
no desarrollado del todo "para la siguiente clase", o se quejaba de
que el tiempo de su intervención televisiva se agotaba cuando él apenas estaba
"calentando motores". Una admirable mezcla de estos dos Arreolas, de
las dos facetas del maestro Juan José Arreola, se dio en la columna intitulada
"De sol a sol", que apareció desde el sábado 8 de febrero de 1975
hasta el viernes 10 de diciembre de 1976, casi siempre en la parte superior
izquierda de la página cinco de la primera sección del rotativo. Poco antes de
que su labor como editorialista cesara, el propio maestro hizo una selección de
10 que él consideró más representativo. El resultado fue el libro Inventario,
que apareció en librerías el mismo día que cesaron sus colaboraciones.
Inventario "viene del latín inventarium
y significa la relación ordenada de los bienes y demás cosas pertenecientes
a una persona o entidad. Pero también alude al documento en que constan esas
cosas" contiene ciento cincuenta textos que representan, en números
redondos, la tercera parte de sus colaboraciones para El Sol de México. El
libro fue reeditado en agosto de 2002,2 en el marco del Homenaje
Nacional que las principales instancias culturales del país rinden al nativo de
Zapotlán el Grande, Jalisco.
Todas
y cada una de las colaboraciones de Juan José Arreola para El Sol de México
fueron breves, siempre de la misma extensión: una cuartilla y media
aproximadamente. Su debut fue anunciado en la primera plana del periódico:
"Desde hoy, 'De sol a sol' de Juan José Arreola", acompañada de una caricatura
del zapotlanense3. Su primera entrega se intituló "Padres e
hijos, S. A."4, en la cual dice que los padres no deben
lamentarse de la vida de sus hijos. "Porque es la que les hemos dado, sin
darnos cuenta". Y a continuación cita a dos poetas: Rubén Darío y López Velarde.
Tal será la tónica de sus trabajos para el matutino: su pensamiento acompañado
con citas de literatos y estudiosos del comportamiento humano. En el libro se
suprimen los títulos de las colaboraciones -que regularmente aparecían de lunes
a viernes- y no se consigna las fechas en las cuales se publicaron. A fin de
cuentas todos y cada uno son escritos de Juan José Arreola, que en su última
entrega periodística se refirió con las siguientes palabras a la escritura de Inventario:
está escrito al
correr de la pluma, sin apenas corrección. Ya está en librerías... y quiero que
sea o que demuestre por lo menos, una voluntad secreta. Esa que todavía no he
sido capaz de cumplir: la de hablar como escribo. La de escribir como hablo. 5
En
un volumen compuesto por tantos textos es posible encontrar a varios Arreolas.
El Juan José Arreola escritural, de las pequeñas obras maestras, se advierte en
los textos que giran en tomo a un solo tema y asunto y jamás se apartan de él.
Son obras que perfectamente podrían incluirse en la mayoría de los libros que
escribió. Un buen ejemplo es la pieza que da inicio al volumen, que trata de la
escritura y la creación. He aquí su primer párrafo:
Ven, porque las
letras que escribo canjean todo el mal por el bien si cumples a primera vista
la más antigua de las promesas. Soy el operario de la última hora en los
flancos de tu viña. Ya no estaré solo en el lagar ni pisaré en sueños las uvas
de la ira. No mancharé el vino con el delirio ni el pan con la amargura. 6
Hay
otro ejemplo de un texto netamente literario, ciento por ciento arreolesco, que
bien pudo figurar en Confabulario total.
Supongamos que
yo soy usted. Respóndame pues lo que quiero preguntarle.
Supongamos que el mundo va a acabarse dentro de cinco minutos y que usted dispone de dos horas para redactar un informe sobre el Juicio Final. ¿Dónde le gustaría pasarlas? Supongamos que yo amo a la mujer de otro y que ese otro es usted. ¿Qué haría en mi lugar?7
Esta
clase de piezas breves, que se desarrollan en la frontera de la prosa con la
poesía, son las que le valieron al zapotlanense prestigio y admiración entre
sus colegas y sus lectores. Sin embargo, Juan José Arreola fue un escritor que
por desgracia abandonó la escritura, según él "por falta de tiempo ... ese
tiempo interno y secreto en que suena la hora de la verdad y se traduce en
palabras eternas ... "8 En este sentido, su último libro de
creación literaria fue Palindroma
(1971); posteriormente fueron apareciendo libros formados con recopilaciones de
citas o entrevistas con el maestro, como La
palabra educación (1973) o Y ahora la
mujer (1975) editados por Jorge Arturo Ojeda; también libros con palabras y
oraciones de Juan José Arreola, pero palabras y oraciones dichas, no escritas,
como Memoria y olvido (Vida de Juan
José Arreola /1920- 1947), contada a Fernando del Paso ( 1994) y El último juglar. Memorias de Juan José
Arreola (1998), dictado a su hijo Orso. Entonces, Inventario viene a ser el último libro escrito por Juan José
Arreola, aunque ciertamente no como escritor, sino como editorialista de un
diario, ya no con su pluma, sino con máquina eléctrica. Y eso se advierte.
Junto
a los ejemplos de la más cincelada escritura, en Inventario hay textos que vienen a ser una mezcla del Arreola
escritural y del Arreola oral. Para todos aquellos que tuvieron la fortuna de
ser sus alumnos o sus televidentes, era habitual oírlo pasar de un tema a otro
con la mayor soltura, sin perder un ápice de la atención de su audiencia. En
estos breves trabajos periodísticos el maestro Arreola no se va por las ramas y
"por las ramas de las ramas", según él mismo comentaba, debido al
reducido espacio del que disponía; sin embargo, se las arregla para ocuparse de
dos o tres temas en poco más de una cuartilla haciendo gala de su prodigiosa
memoria, amén de su vastísima cultura, que le permitía hilvanar varias citas a
propósito de cualquier asunto. No pocas de sus colaboraciones en El Sol de México podrían haber sido
dictadas, la premura del trabajo periodístico así lo impone, y posteriormente
recibieron una pulida. La traducción constituyó una efectiva ayuda en la diaria
labor de entregar un texto al rotativo. Arreola dominaba a la perfección el
francés, había vivido en París inmediatamente después del final de la segunda
guerra mundial, y sólo la rigidez del clima impidió que hiciera carrera en
escenarios galos. Traducía con el auxilio de ocho diccionarios y acompañaba sus
versiones con apostillas. He aquí su "receta" para llevar a cabo la
traducción de un soneto:
Se toma un
soneto de buena calidad, preferentemente clásico, y desde luego, ya se sabe,
escrito en delicada y sabrosa lengua extranjera. Se limpia cuidadosamente de
cualquier errata de imprenta, y se consulta una edición crítica del texto, con
el fin de enterarnos acerca de las variantes que aparecen en los borradores del
poeta y que pueden servimos para sazonar· lo a nuestro antojo. Se toman los
catorce versos uno por uno y se les corta la punta. Esto es, la palabra
consonante, como si fueran espárragos o percebes. Tendremos lista de antemano
la sartén. Perdón, la hoja de papel virginal, completamente en blanco, pero ya
calentada por nuestra inspiración a punto de hervir, como un aceite esencial. Y
hacia el margen derecho vamos pegando con un buen adhesivo todas las rimas en
su lengua original...9
Estoy seguro que
los lectores de Arreola se habrán percatado que la "receta" viene a
ser un pastiche de "Para entrar al jardín", que aparece en Palindroma, un libro que, según su
solapa, "esconde la posibilidad de ser leído al revés o al derecho".10
Tome
en sus brazos a la mujer amada y extiéndala con un rodillo sobre la cama,
después de amasarla perfectamente con besos y caricias. No deje parte alguna
sin humedecer, palpar ni olfatear. Colóquela en decúbito prono (ventral), para
que no pueda meter las manos y arañarlo. Incorpórese con ella cuando esté a
punto de caramelo, cuidando de no empalagarse. En el momento supremo ... 11
Como
todo escritor que incursiona en el periodismo, la temática de sus artículos es
miscelánea; sin embargo, trátese del tópico que se trate, siempre se le ve a
través de un cristal, un prisma que no es otro que el mismo Arreola, el Juan
José Arreola lector de Montaigne. El autor de Varia invención prologó la edición de Ensayos escogidos12 hecha por Nuestros Clásicos de la
UNAM y ahí escribió lo siguiente a propósito del ensayista De la Torre, que
perfectamente puede aplicársele a su persona:
No
son pocos los que han censurado esta malsana complacencia, ese íntimo regodeo
en la propia personalidad, ese prurito de darse a conocer, ese temor patológico
de pasar inadvertido o de ser mal interpretado. Lo mejor en este caso es dar
razones artísticas que todo lo justifiquen. Pero no hace falta, y menos tratándose
de Montaigne, que nunca se preocupó por escribir "artísticamente". La
exaltación del yo, en su caso, es una imperiosa necesidad. Cuando el ser
individual se pierde en la muchedumbre bestializada, hay que poner una lente de
aumento sobre él para afinarlo y destacarlo, porque a través de un yo
autentico, suele abrirse paso toda la humanidad. Y la moneda del espíritu
abolido vuelve a circular, reluciente y valiosa, acuñada por el hombre que se
encuentra y se conoce a si mismo.13
¿Quién
fue Juan José Arreola? Según su propia confesión, un hombre del pueblo que,
como su amigo Pablo Neruda y su admirado Salvador Allende, abraza las causas
populares. Alguien que quiso haber nacido a orillas de un río, pero en su
entrañable Zapotlán sólo hay arroyos. En su trasfondo campesino, pugna porque
se trabaje la tierra y el gobierno brinde toda la ayuda posible al campesino,
lo cual sería de elemental justicia; además propone el establecimiento del
Servicio Nacional Agrícola, por el cual los jóvenes pasarían "un año en el
campo como trabajadores o maestros, enfermeros o deportistas, practicantes de
las artes... "14 Vecino de la ciudad de México por casi
cuarenta años, fue testigo del canceroso crecimiento de la urbe y un enemigo
del más terrible de sus moradores: el automóvil, del cual se expresa así:
"cajas de lámina de acero". "Estruendosas y huecas a más no
poder, estas máquinas me atropellan como sinfonolas veloces"; 15
pero lo que le preocupa sobremanera es la transformación que experimenta, ese
brutal cambio de máscara, la persona atrás de un volante. Y por encima de todo,
fue un creyente que, como uno de sus primeros personajes, hizo el bien mientras
vivió, aunque de ninguna manera estuvo libre de culpa ni exento de pecado, de
ahí que vea al Purgatorio como un lugar de purificación.
En
sus notas periodísticas Juan José Arreola esencialmente se muestra como un
humanista, un ser interesado en todo lo humano, en especial en sus semejantes.
La mayor cantidad de los textos reunidos en Inventario
son semblanzas, hay más de dos docenas de ellas. Entre los proyectos
inconclusos de Arreola, hubo un catálogo de personajes excéntricos y
extravagantes; en esta recopilación podemos conocer a varios de ellos: Luisa
Barbarroja, presidenta de la Liga de Protección de las Mujeres 16 y
Jules Allix, secretario de esa liga en 1885, "candidato comunista defensor
de la religión" y alcalde del Octavo Arrondissement parisino; 17
Pedro Valdo, alias Pedro el Valense, que "encendió sin darse cuenta,
predicando amor, las hogueras de la Santa Inquisición"; 18
Bartolomé Cornejo, quien solicitó y obtuvo de Carl s I la autorización para
" hacer y edificar", en 1516 y en la ciudad de Puerto Rico de la isla
de San Juan, el primer prostíbulo del nuevo mundo. 10 A éstos hay
que añadir una lista de literatos como Boris Pastemak, Amado Nervo, Francisco
de Aldana, su multicitado Paul Claudel y Rainer M. Rilke, así como Viacheslav
Ivánovich Ivánov y Mijaíl Osípovich Guerchenson, quienes intercambiaron cartas
en el verano de 1920 mientras "ocupaban dos ángulos diagonalmente opuestos
en la misma sala de la Casa de convalecencia para trabajadores intelectuales de
Moscú.20
Mucho
del tiempo que Juan José Arreola debió ocupar en escribir lo dedicó, según
propia confesión, al ajedrez, el juego ciencia, metáfora de la condición
humana, que tuvo sus inicios en la España musulmana del siglo IX. El maestro,
haciendo caso omiso de sus triunfos artísticos y personales, se muestra
partidario de las tablas en la existencia, a pesar de que en vida y obra él
obtuvo la más valiosa de las victorias, esa que describe en el último párrafo
del último libro que tuvo a bien escribir:
Lo
digo por última vez; la idea de triunfar en la vida frente a los demás, nos
derrota íntimamente. La única victoria que vale la pena obtener, es la que se
gana dentro de las paredes de nuestra casa. Y para ir todavía más lejos o para
llegar más cerca, creo que la única victoria va liosa es la que gana el
corazón, dentro de nuestras propias y más íntimas costillas.21
BIBLIOGRAFÍA
1Juan José
Arreola, "De sol a sol. Viernes 10" en El Sol de México, México,
viernes 10 de diciembre de 1976, p. 5 A.
2 Juan José Arreola, Inventario, México, Diana Conaculta, 2002, 195 pp. )
2 Juan José Arreola, Inventario, México, Diana Conaculta, 2002, 195 pp. )
3El Sol de
México, año X. núm. 3344, México, sábado 8 de febrero de 1975, p. 1 A.
4 Juan José ArreoIa,
"De sol a sol. Padres e hijos, S. A," en ¡bid. , p. 5 A. 162 Temo y
variaciones /9
5 Juan José
ArreoJa, "De sol a sol. Viernes 10".
6 Juan José
Arreola, Inventario, p. 7.
7 Ibid., p. t 39.
8 Ibid., p. t 59.
9 Ibid., p. 168.
166 Tema y variaciones
10 Juan José
Arreola, Palindroma, México. Joaquín
Mortiz, 197 1, 156 pp. (Obras de J. J. Arreola).
11 Ibid., p. 40.
12 Michel de
Montaigne, Ensayos escogidos. Pról. de Juan José Arreola, México, UNAM,
1997,533 pp. (Nuestros clásicos, 9).
13 Ibid .. p. 16.
14 Juan José Arreola, Inventario. p. 111.
14 Juan José Arreola, Inventario. p. 111.
15 Ibid., p. 66.
16 /bid .. p. 47.
17 Loe. cil.
18 Ibid .. p. 57.
19 Ibid., pp. 53-54.
20 Ibid .. p. 140.
21 Ibid., p. 195.
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