Dr. José Luis Vivar
La fotografía sólo puede representar el presente.
Una vez fotografiado, la fotografía se convierte en pasado.
Berenice Abbot.
Desde hace exactamente cincuenta años, en que este Centro Regional de Educación Normal, abrió sus puertas al conocimiento, a la razón y al progreso de México, la fotografía ha sido un testigo silencioso de vida misma, la cual ha sabido transcurrir entre sus aulas, jardines y pasillos. No existe mejor recurso para la memoria humana que una imagen plasmada, lo mismo en el papel que en alguna pantalla de cristal líquido. Todo sea por el acto de recordar a los seres queridos, los momentos inolvidables, o esos lugares que han desaparecido del mundo real.
Por extraño que parezca, cada retrato viene acompañado de otros elementos, que son afines al instante en que se disparó el obturador para congelar esa brevedad del tiempo. Palabras que se dijeron, música que se escuchaba entonces, situaciones que se vivían, sabores y sonidos que vuelven a deslumbrar los sentidos. Todo lo anterior y otros pormenores, en un simple cuadro. Sin importar si es a colores, o en blanco y negro.
Y es que la fotografía ofrece siempre la visión de un antes y un después, en el fugaz relámpago de su captura. Basta con que algún objeto, o a alguna persona se le llegue a fotografiar para referir que ha sido instalada en el pasado, aunque sólo hayan transcurrido unos cuantos segundos. El presente es sólo un abrir y cerrar de ojos El futuro no es más que una invención, una utopía difícil de alcanzar. Por esa razón, la historia que hoy nos convoca, comienza en mil novecientos sesenta, se extiende por cinco décadas, y se vislumbra en una paradoja esbozada por el tiempo y las circunstancias.
Los protagonistas de esta galería son rostros que fueron atrapados en diferentes épocas. Sin embargo, todos tienen en común el mismo denominador: son gente joven. Se les identifica como hombres y mujeres que dejaron atrás a sus familias, amigos y lugares de origen. Vinieron con una esperanza y se marcharon con una enorme responsabilidad. De humildes discípulos pasaron a convertirse en profesionistas de la educación.
Estas fotografías nos hablan a través de esas miradas que contemplan el ojo de la cámara. En diferentes ciclos, en diferentes ocasiones, pero en un mismo escenario. Aquí están reunidos los que alguna vez fueron estudiantes normalistas. Al principio en tres años, y más tarde en cuatro. Son alumnos y alumnas, de Educación Primaria, Educación Preescolar y Educación Especial. Todos ellos también comprenden una legión de anécdotas, de experiencias y de sólidas amistades. Algunos siguen con vida, otros por desgracia se han marchado, pero sabemos que siguen presentes y lo seguirán, mientras permanezcan en los corazones de sus amigos.
Cada década marca un estilo de vida y de sucesos. En México esto no puede ser la excepción. Cinco de esas fases están personificadas en imágenes. Sus protagonistas son la evidencia del tiempo que les tocó vivir. Por ejemplo, en las primeras generaciones -la de los sesenta-, advertimos rostros de adolescentes, pero con el semblante iluminado, orgullosos de saberse listos para enfrentar cualquier desafío. En contraste con sus compañeros -de los setenta en adelante-, es completamente distinto. Sin dejar de ser jóvenes, son mayores que ellos, y además, presentan evidencias de las modas que se viven entonces –cortes de cabello, peinados y prendas de vestir-, aunque descubrimos en sus ojos la satisfacción y la felicidad por haber culminado sus estudios.
¿Qué más se esconde detrás de esas imágenes? ¿Qué nos quieren decir esos muchachos que venían de poblaciones lejanas? ¿Qué podrían contarnos de aquellos primeros días en una ciudad extraña, donde no conocían a nadie? ¿Quién de ellos hubiera querido escribir debajo de su fotografía, alguna historia para que no se perdiera? ¿Quiénes de ellos nunca volvieron a verse con sus amigos, con sus maestros?
Despierta sorpresa descubrir que esa jovencita ingenua, o aquel muchacho de expresión inocente, hayan sido nuestros maestros, y también de nuestros hijos, en algún momento. Despierta también asombro y alegría, encontrarse entre esa multitud de normalistas, a tantos compañeros y amigos entrañables que hoy comparten con nosotros las labores del magisterio. Para ellos nuestra admiración y respeto.
Lo mismo para cada profesor que ha sabido sembrar frutos en esta honorable institución. Aun sin haber estado presentes en esta galería, sabemos que sus discípulos los llevan en algún lugar privilegiado del álbum de los recuerdos. Al mencionar los nombres de Alfredo González Vargas, Carlota Larios, Ernesto Neaves Uribe, Ramón Villalobos “Tijelino”, Daniel Quiroz, Pedro González Camacho, y tantos más –perdón, pero sería una verdadera labor titánica mencionarlos-, se integra una enorme panorámica, cuyo marco es el reconocimiento de todas las generaciones.
Por eso mismo, la fotografía no es sólo un medio de comunicación, es una manifestación artística, y una razón de vida permanente. Esta muestra lo confirma. Poder contemplar lo que el tiempo ha detenido para la eternidad, es un privilegio para los sentidos y un homenaje sincero, para quienes dejaron una parte de su vida en este recinto, su escuela. El Centro Regional de Educación Normal.
*Texto leído en colaboración con la C. Fátima Lizeth Cueto Aguilar,
en la inauguración de la exposición fotográfica del CREN,
en su Cincuenta Aniversario.
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